De no haber sido porque al buen Cecilio le enseñaron que jamás se interrumpe en la cena, sobre todo si en esta hay invitados; sobre todo si estos, son los tíos que acaban de llegar de un país, donde su moneda equivale el doble de la nacional.No, él no podía pararse y salir, solamente podía luchar desde su sitio por frenar el raudal que se originaba en su vejiga, frenandolo con la ayuda de su mano.
Talvez no hubiese sido desgracia, si nuestra victima, no tendría, en aquel momento, tiernos catorce años, pues no se hubiese precipitado a su orina, un extraño líquido -¿es líquido?- meloso y blanquecino, que cogió con las manos y al verlo se asustó, quiza hubiese callado simplemente, más aún si no hubiese heredado la histeria de su madre, pero como no fue así se le dio por gritar y compartir su susto con sus padres, con los tíos, con la cena y con el reloj que marcaría la hora de un antés y un después en su vida, sin que él mismo lo supiera.
Habría que culpar a Moisés o quizá a alguno de los tantos hombres de Dios, de los que no me puedo acordar, de haber sembrado en la familia de Cecilo la repulsión a los fenómenos de ciertos,impunes, miembros del cuerpo humano y que los presentes hayan satanizado la reacción de esos miembros anteriormente citados. ¿En que camino, Oh Señor, extravié la fé para que me castigues así? -exclamó la madre al cielo-.Todo esto mientrás nuestro personaje central insistía en mostrar aquel extraño líquido, como prueba de su desgracia. Los tíos de oro salieron de ahi, sientiendo vergûenza ajena y apenás se despidieron con la mirada; la madre, en mientrás, clamaba al cielo perdón por la torpeza de su hijo; y, el padre se frotaba la cabeza con ambas manos; ¿Cecilio? Cecilio, solo se limitó a llorar, sin saber por qué, quiza presinitendo lo que la vida le reservaba.
Lo que siguió de ahi en más, es algo que por delicadeza omitiré, pero que más de uno sospechará.
Del episodio anterior, treinta años después, Cecilio no guarda muchos detalles, para ser sincero, los ha olvidado. Otro que ignora todo aquello, es el rígido juez que delante de él esta, ese que no se imagina el resorte que ha impulsado a Cecilio, asesinar como asesinó a esa señorita que intentará descansar en paz. No, la justicia no es una tarea de investigación, la justicia es como un juego de dados: Lo que ve, anota. |