H. en el mismo instante se paraba de su asiento y T. que fumaba al igual que él, se paró también mirándolo. T. aún no guardaba la foto de su futura hija cuando se oyó en el pasillo un segundo disparo. H. y T. salieron como dos balas por la puerta de la oficina. Tan rápido que la foto voló y nadie supo más de ella. H. botó el cigarrillo y tomó el bastón de la oficina para armarse. Logró alcanzar la esquina del pasillo y vio una sombra tirada en el piso. Era Q. aún inconsciente. H lo reconoció por el chaquetón y el walkie talkie en la mano. Todo estaba oscuro. T. se adelantó y su cuñado lo siguió detrás. H. no tenía que arriesgarse. Armado con el bastón avanzó con ellos como escudo. T. miró de reojo por la orilla de la puerta de la sala donde estaba B. y P. y no vio a nadie, maldiciendo entró y encendió la luz.
- ¡Dios nos salve! - dijo T. - Que no sea B. el que está tirado en la esquina, ¡por favor Señor!
- ¡Muévete!, ve cómo está Q. - H. empujaba a T. y se apuraba al cuerpo tirado.
T. le tomaba el pulso a Q. y lo recostaba desabrochándole la camisa buscando la tercer costilla. Era una técnica de punto vital, haría despertar a Q. por más inconsciente que estuviese. Sólo presionó sin quebrar la costilla hasta que Q. soltó un grito de dolor.
- Todo bien acá H., ¿quién es el de adentro? - parándose y ayudando a Q. a levantarse preguntó T. con voz nerviosa.
- No es B., pero creo que lo conoces.
- ¿Quién es?, vamos dime.
- Hey, H. ¿qué diablos sucedió? - preguntó Q. abrochándose nuevamente la camisa.
- Creo que fueron los Nightstalkers. Es uno de ellos el que está muerto acá adentro.
Q. confirmó la hora y se dio cuenta que había estado inconsciente por al menos unos 15 minutos. T. entró a reconocer la cara del tipo y lo corroboró. Era un Nightstalker.
Los Nightstalker eran la única banda que quedaba en la ciudad en aquel entonces. Mercenarios para "los viejos", delincuentes sin causa para la policía. La gran mayoría eran punks y anarkistas de los barrios bajos y algunos portuarios. El muerto era uno de los más conocidos dentro del puerto.
- Es del puerto. - dijo H. recordando que el día anterior en la mañana había ido al puerto.
- Supe que estuviste por esos lugares ayer, quizás pensaron en que estabas buscando algo y vinieron por ti - dijo T. sentado en la cama donde dormía P.
- No lo creo - dijo Q. - ¿Dónde está B. y P.?
- Hay una ventana abierta Q. ¿por qué no miras por ahí y ves por dónde salieron? - era la voz de B. que venía detrás del biombo.
- ¿Estás bien? - preguntó T. corriendo las persianas.
- Sí, eso creo. Se llevaron a P. Esquivé la bala de uno y el muy estúpido mato a su compañero y lo dejaron ahí.
- ¿Esquivaste una bala? - preguntó Q. algo extrañado.
- En realidad, no. El tipo me estaba apuntando con un revólver, no podía ver su cara por una linterna que tenía en su casco o algo, y de pronto el tipo desvió el revólver al segundo que me tenía agarrado por la espalda. No sé qué clase de delincuentes hay en las calles hoy en día. Es muy raro todo esto. P. se lavantó me dijo que todo estaría bien y que mañana nos viéramos en el café. H. tenía que ir.
- T., ¿qué venías a hacer acá tú? - preguntó Q.
- Seré padre, chico, supe por mis informantes que P. estaba acá y subí a molestar, nunca pensé que esto sería un atentado programado por la misma P.
- Hey, no digas que fue ella. No lo creo.
- Pero estaba involucrada. Con estos sucesos y después de cuatro años sin verla, no podría confiar en ella sabiendo que "los viejos" saben cómo doblar mentes.
- Podríamos decir lo mismo de ti, T. - dijo B. poniéndose su chaqueta.
- Hey, está bien que me tengas un odio por perseguir a P. durante mucho tiempo, pero yo con "los viejos" ya no me llevo. Además sabes que si hubiese querido hacer algo ya lo hubiera hecho, me conoces B. Se nota que sigues siendo el mismo.
- Mira mal...
- Ya basta, no estamos para discutir acerca de confianza o no, T. está para ayudarnos y lo sabes B. No te ciegues con el amor que tienes por P. como para decir que ella no tiene nada que ver en esto. Salió como si nada de este hospital y nosotros la rescatamos. - H. movió su mano entre las caras de B. y T. tratando de despejar las malas vibras. - Ahora lo que hay que hacer es reunir a los chicos, comenzar la investigación y tratar de hacer las cosas con calma. T. ¿qué es lo otro importante que tenías que decirme?
- El Bar, H. El dueño está vivo. Y también está en este hospital. Dos pisos más abajo. UCI.
- Pues en este piso ya no hay nada qué hacer. Movámonos - dijo Q. meneando los hombros, saliendo de la sala.
- Sí., vamos.
Eran las cinco de la madrugada y los cinco tipos bajaban las escaleras. T. se desvió un momento y dejó a su cuñado en el piso cuarto. El tipo era confiable, H. lo conocía del barrio. Era un Neutral en los que la policía podía confiar más que "los viejos". Los tres policías y el ex siguieron su camino. H. llamaba a K. y le contaba lo sucedido, necesitaban sacar el cuerpo antes del turno de las seis. Y necesitaban a alguien confiable para hacerlo. T. le dio una palmada en el brazo a H. indicando la dirección del pasillo en el piso de la UCI. Indicó a la hija mayor del dueño, con ella tenían que hablar. Mientras ellos hablaban, una enfermera recogía todo lo que no pertenecía a una escena de hospital tranquilo dos pisos más arriba. El cuerpo era trasladado en una camilla hacia la morgue y la foto de la futura hija de T. se guardó en un casillero del mueble de K. en su oficina.
Ya casi amanecía. H. rescataba todo lo importante en su cabeza, analizando la situación crítica por las quemaduras del buen dueño del Bar. Q. anotaba también algunas cosas y B. se preparaba un café en una máquina mientras T. sólo escuchaba apoyado en una muralla hasta que sonó su teléfono, era el aviso para que subiera. Los chicos le desearon suerte y que subirían en un rato.
La mala noticia fue que al subir, T. se encontraría con P. y no podría ver el nacimiento de su única hija.
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