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Todo empezó en un día como cualquier otro. Me encontraba sentado afuera, disfrutando del sol que caía sobre mi cuello y espalda. Podría decirse que era un día de rutina igual al ayer, probablemente igual al mañana, de no ser por… de no ser por el evento que marcaría mi vida para siempre.

Su nombre no lo se, sólo se que es hermosa, que su perfume tiene un efecto embriagador en mi cerebro, que es, que es… simplemente perfecta. Ese día del que hablo, tan glorioso y a la vez tan terrible, fue el primer día que la vi. Paso frente a mis ojos, cual diosa paseándose ante el iluso corazón de este simple mortal. Pareciera como si no supiese que era hermosa, que por mujeres como ella era que gente como yo escribía poemas, pintaba obras maestras, perdía la razón. En ese momento, tenia a todos los hombres del lugar absortos en ella, admirando, contemplando su divina belleza.
He aquí el principio de mi suplicio, de la desesperación y la demencia. Desde ese día quede hechizado bajo el dulce vaivén de su callo, por la magia del brillo de sus ojos, por el rojo de sus labios…

No podía sacarla de mi mente, y aunque no la conocía en lo más mínimo, me era imposible dejar de pensar en ella. Dos veces más pasó por ese lugar durante la semana, y dos veces más fui víctima de su persona. Siempre fui alguien callado y me reprimía constantemente después de estos fugaces encuentros, por no tener el valor de ir a hablar con ella, de tan siquiera saber su nombre.
Algunos días después decidí nombrarla Locura, puesto que eso era para mí, o, más bien ese era su efecto en mi. Si acaso existía alguna manera de dejar de pensar en ella, no me interesaba en lo más mínimo, disfrutaba tenerla conmigo todo el día, aunque fuera presente tan solo en mis mundos ficticios. Yo ya no era el mismo, había sido cambiado, había de cierta forma perdido la razón y no por culpa de ella, sino porque yo quise perderla por ella.
Depresión. Aquel fortuito día por poco y muero, y es que después de reunir el coraje para hablar con ella… fallé. Me levanté torpemente cuando vi que se acercaba, caminé hacia ella, la miré intentando expresar a través de mis ojos todo lo que sentía por ella. Alzó la vista, confundida, por un instante nos detuvimos divague en lo perfecto que era ese momento, y luego realidad. El pánico me poseyó, quise salir corriendo, pero la lucha interna que se desarrollaba en mi interior me decía que debía hablar con ella. Al final todo lo que logre articular fue un torpe y maldito “con permiso” tras lo cual e hice a un lado y salí casi corriendo.

Inmerso en un mundo de hubieras y quizás, no bebí ni comí nada en dos días. Al tercero, al fin y únicamente por necesidades del cuerpo, me levante de mi letargo, fui a al cocina pero ahí no había nada. decidí después de debatir si valía la pena o no, puesto sabía que ahí no encontraría lo que yo en verdad necesitaba, ir al súper a comprar lo necesario. Caminaba cabizbajo por una acera ardiente bajo el sol de mediodía, cual animal herido, haciendo el último esfuerzo por salvarme, no porque yo quisiera, sino por vil instinto. Con estos sentimientos me encontraba yo, cuando la vi… La vi caminando por el otro lado de la calle, inmaculada, demasiado incluso para ser real. Me enoje conmigo mismo por permitir que mi mente y mi estado físico jugaron ese tipo de bromas tan pesadas en mi, volví a mirar y caí en cuenta de que era real.
Era cierto, toda la bellaza del mundo concentrada en ella a escasos 15 metros míos. Su mirada fija en el camino, su cabello ondulante desprendiendo su cautivadora esencia, su esbelta figura moviéndose al vaivén de un ritmo melodioso. Un torbellino de emociones despertó en mi interior, y de repente por tan solo un segundo, menos que un instante supe lo que tenia que hacer. Deje caer el periódico que ilusamente había comprado anteriormente y crucé la calle corriendo hacia ella. Un impulso frenético mandaba mis movimientos y en tan solo un segundo estaba a la mitad de la calle, cada vez mas cerca de ella, en ese momento ella giro en mi dirección y lo supe, supe que por fin lo había logrado, supe que por fin sería mía, que todo lo que había pensado en los días anteriores iba a ser realidad al fin, y luego, el silencio…

Lo primero que percibí fueron las voces agitadas a mi alrededor. Una señora que se encontraba cerca de mi se lamentaba diciendo una y otra vez “Pobre muchacho, pobre muchacho”
Poco a poco fui dándome cuenta de la situación. Estaba de espaldas sobre una superficie dura y fría, no sentía las piernas, y no podía respirar. En base a un esfuerzo enorme conseguí abrir los ojos por un instante, pero fue suficiente. Nunca la había tenido tan cerca, su bello rostro se mostraba una severa preocupación, y sus ojos acuosos llenos de lagrimas hacían que se viera aún mas bella, sin dudas perfecta.
Se encontraba sobre mi, sus delicadas manos sobre mi pecho ejerciendo una presión rítmica, intentando desesperadamente revivir lo que quedaba de mi corazón. Sentí sus manos ir hacia mi cara y tocar gentilmente mis labios, supe lo que iba a suceder y por mi mente paso lo que me habia estado atormentando desde el principio, ¡como es que esto podía estar sucediendo cuando yo ni siquiera sabia su nombre!

Sus labios tocaron los míos en un ultimo y desesperado intento por llevar aire a mis pulmones… recuerdo haber abierto los ojos una ultima vez para ver su rostro, de ella, a lo que yo sin saber su nombre, llamaba locura.

Texto agregado el 30-11-2008, y leído por 319 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
06-02-2009 que dulce, tierno y triste. 5* cdada
16-12-2008 Increiblemente bello aunque un poco triste.Mis 5*. mystica_1503loquequedadem i
30-11-2008 la exelencia de la escritura en tus palabras osscaar
30-11-2008 muy buena narración y contenido***** trigolimpio
 
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