Quería salir, pero no pude; estoy aquí, aún abajo de la mejor mesa. No es cualquier mesa, ya que tiene sus brazos, haciendo figuritas con sus dedos, y su pecho apoyado en el borde… Hablando despacito. Repitiendo mi nombre una y otra vez, creyendo que estoy ausente. Y yo aquí abajo, transformándome en un vulgar, con la flor marchita, que para ella había traído… Para esos labios… Esos ojos… Ese bálsamo de vida…
Cuánto moría por un beso; uno de esos que me transportaban a su cuello… No puedo agitarme, ella debe creer en mi ausencia. Mientras lucho por no convertirme en un vulgar, sin lograr nada… Y ella mueve las piernas, eriza los pies y no deja de repetir mi nombre… Y mi vulgaridad me mata, así como a la flor… Y no puedo agitarme.
Ella, pierde la paciencia, y se mueve mucho más… No me contengo. Mi vulgaridad tiene el control… Mientras mis manos pelean, ruego a la silla por que desaparezca tanta instigación… Pero esas piernas… Esos tobillos… Ese aroma a mujer…
Mi mano izquierda pierde la lucha (nunca había ganado) Entonces era el turno de mis dientes; esos caninos fuertes… Y la vulgaridad no cesa. Lucha sangrando… Y no me puedo agitar, ella no tiene que escuchar… Mientras arregla su escote, pinta sus labios y se retira… Para irse con otro más vulgar.
Will |