Este cuento está basado en la imagen de una persona que habla y piensa.
Tendrán el privilegio de la mejor ubicación de escuchar ambas manifestaciones, como si aquí hubiera una platea con mil butacas, o en vuestros oídos un disco de pasta haciendo sonar parlamentos míos como temas musicales en la radio. Paradojicamente esa persona soy yo,
que aun no me decido a empezar.
Lo importante será liberarse de prejuicios soltando la inefable maldición que se pueda.
Aquí en el centro de la panorámica de un paisaje inerte en la cuenca de un río. Con hortensias que sueltan diminutos pétalos de arena hechos polen que se confunden con el aire sucio del viento,
de lluvia de hojas muertas cayendo sobre el avaro oleaje del río planchado.
Imaginen a un hombre rendido intentando comprender como a sido posible después de sembrar amor terminar cosechando odio ajeno.
El paisaje se me esfuma pues lágrimas lacivas enturbian la realidad nublando el panorama exterior. Pero desde el oscuro mapa de la mente puedo vislumbrar un camino hacia el tesoro escondido.
Deseo hallar una madre que castigue mi sed de niño, que ponga mis pies a funcionar.
Esto que continua son unos alaridos cargados de malas palabras, que expulso gritando hasta inflamar la garganta, casi haciendo reventar la aorta,
con la boca abierta y la lengua sin control.
-Basta ya, miserables bandidos autoritarios,
de lacera mi cuerpo con yagas de un incandescente punzón ordinario, de hacer temblar la tierra de vanas injusticias para el conjunto,
de aplastar los huesos contra la carne provocando sufrimiento especial en un llano letargo; de reflotar penas hoy pusilánimes que ayer fueron huracanados sufrimientos (de por la bruta fuerza pretender esos pocos centavos que a duras penas acompañan mi famélica economía).
Por causa de la depresión, es de mi entera culpa no poder reconocer ni elogiar las virtudes de las cosas en general, pero debo aceptar que a esta altura del día la tarde está efusiva, maravillosa combinación de sol y frescura, colores esmaltados que muy lentamente se van opacando por el mortal crepúsculo que se avizora.
-Che, porque no me dejan tranquilo matar la pena mascullando piolas verdades que nunca antes me anime a exteriorizar con tanta veracidad.
(dicen que aquel que llora sin lágrimas es porque juega para salvar el pellejo).
Hago caso omiso de los peatones que circulan optando por la indiferencia, aunque depare aun más indeseada soledad. Prefiero pensar en nada trascendental. En por ejemplo los objetos que acompañan la existencia, rendirles tributo a las cosas materiales, que bien pueden denominarse como compañeras de rutas, o simplemente amigas del alma.
Tengo una tijera de peluquero, oficio por el que siento profunda admiración, pero que nada que ver, pues a modo de prueba tan solo una vez corte mis cabellos a los mordiscones, con la que suelo mantener largas conversaciones, no profundas sino más bien de trivialidades, de las que nunca me arrepiento mencionar lo que sea, confesar ante tan insigne habitante del hogar, teniendo que contestar por los dos. Ignoro hasta donde llega esta confianza, porque además lo propio hago extensivo a otros objetos de gran significación. Pero con esta tijera de larga hoja, en especial hemos recorrido tantos momentos, hundiéndonos en las perfidias de los oficios haciendo otros menesteres, muchas veces en detrimento del material casi semifundido de tanto andar por distintos trabajos menos para lo que fue concebida. Con decir que en una oportunidad en que vinieron unos parientes de Europa,
debía realizar unas milanesas a la perfección,
para que conozcan mejor nuestra cultura culinaria, entonces utilicé esta noble herramienta para moldear la forma, además de aplicar doble porción de huevo y pan rallado. También corto mis uñas y cayos plantales. Duros cueros con los que luego fabrico plantillas. Muchas veces la uso de tenaza cortando alambres, cables de electricidad, etcétera. Hace veinte años que estamos juntos,
no resisto la idea de que algún día nos habremos de separar.
Uy! (pero esperen) Allí vienen directo hacia mí dos muchachotes que portan cara de ladrones alcaguetes ¿Que querrán?. Mejor disparo hacia otro asiento. Me dicen que al verme hablando solo en voz alta, pensaron que algo malo me sucedía, que estoy pidiendo ayuda.
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