Las drogas son como las malas palabras;
no habría que fomentarlas, pero es interesante permitir la libre expresión de los sentimientos.
Las plantas en general son como las drogas y los sentimientos, tienen dentro un impresionante poder de expansión que nunca termina de ocupar lugar, de brindar calor al necesitado.
Estoy frente a un plato de comidas, haciéndolo girar
buscando una imagen devoradora que presentí.
Estoy pensando en la esclavitud, que aunque no queremos reconocer aun existen rastros, vestigios de ella hoy día. Gente lastimada por el cruel látigo del mecenas. Personas que someten al prójimo paro solventar gastos extras.
Pienso que el mundo va hacia el caos,
porque siempre habrá hambre como cosa imprescindible en vez de síntoma. Hoy día el apetito es un horripilante sabor a desterrar.
Aunque cuando uno este muy mal se dejará caer sin importar continuar el camino.
Voy a permitirme expulsar cada bocado que ingiera,
teniendo la misión de no dejar pasar el sobrante innecesario, escupiendo con desprecio está asquerosa realidad que puja secada de vientres. Siendo quizá el único hombre bueno que por verse quede. Pero en realidad preferiría una montaña escalar. Una mujer esculpir con caricias de macho bien caliente.
Hoy la noche está interminable, cada segundo se demora en caer sobre la arena.
Hay nieve en la ladera, y la heladera hay que pronto descongelar la. Miren lo mal que andaré,
que veo crucecita en el azul de la pizarra.
La digestión necesita tiempo, pero los bajones no dan tregua, aquellos que solemos fumar cigarrillos armados perfectamente conocemos las consecuencias del apetito post-fumar.
La onda pitada me limó las entraña ya lastimadas,
pero debo contar las arboledas que pasan como una película, rozando mis extremidades sedientas de veracidad. ¿Porque lloro si no hay quien pueda contar mis lágrimas, si no siento piedad por nadie?.
Tengo un oso de peluche donde escondo la droga,
que voy a destrozarlo pues no me permito regalar tiempo (por experiencia, la experiencia cotiza cual cartón) sepan comprender debo penetrar los bosques de la mente si pretendo ser alguien en esta realidad. Atravesando océanos cuando resulte necesario. Masturbando mi cuerpo cuando sienta erecciones sin importar la cantidad de intervenciones (Como diría Horacio: levante la mano el que no esté de acuerdo con este tema).
Luego de la ultima cena vino el fatal postre.
El tener que volver al trabajo de estimularse,
de sentirse un justiciero en la ciudad del tormento.
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