_Aire en 15 segundos! –grita el asistente.
La gran final de Macabrality vuelve después de la tanda publicitaria.

_Martín, ya sabés que te ganaste la córnea, llorate por lo menos diez minutos, el rating está en alza! – Los productores, contentísimos.

_Pero... Yo no necesito la córnea! Yo preciso una prótesis para la pierna que me falta! –gimotea Martín.

Los otros dos finalistas no la están pasando mejor, Silvana, en su lenguaje de señas, protesta advirtiendo fraude, y Hernán, con toda la desesperanza a cuestas acaricia a su perro lazarillo.

Gustavo, el conductor, los observa, siente pena pero no es momento de cuestionamientos morales, tiene sus días de fama, hay que aprovecharlos, el país entero está pendiente de la final, su rostro glamoroso en todos los televisores!

_Che, Gustavo... Yo no necesito la córnea... Lo sabés, no? Se podrá hacer algo?

_Y qué sé yo, acá los que deciden son los de arriba, entendés?

-Aire!

Un paneo a los participantes con caras de buenos amigos, el cofre donde descansa el premio “sorpresa”, y el conductor, sonrisa estudiada de espontaneidad Nº 2, comienza la alocución:

_Queridos amigos, hemos llegado al gran momento! Acá, en este sobre –que agita queriendo generar más misterio- está el recuento de las votaciones telefónicas, ustedes!! amigos, han decidido quién será el ganador y éste es...

Fondo de redoblantes, el escribano que se acerca a constatar la “veracidad” de los votos.

_... Maaaaaartín!!!

Emocionado, el concursante en cuestión lagrimea y agradece con tanta vehemencia como puede, mientas las pantallas gigantes muestran detalles del accidente que le cercenó la pierna, el rancho donde vive la miseria en que está sobreviviendo desde que nació.

El cofre se abre y aparece la conservadora conteniendo ese tétrico trofeo.

El público aúlla y aplaude enardecido, a nadie le interesa que la córnea sea para Martín y que él no la necesite, lo verdaderamente importante fue haber disfrutado de las penurias por las que debieron atravesar los participantes hasta llegar al apogeo del programa, además de conocer detalladamente sus tristísimas historias.

Cuando todo haya terminado y los asistentes comiencen a desmantelar el decorado, Martín mirará su premio con la expresión de quien supo desde siempre que jamás tendría nada; lo dejará allí a falta de un lugar adecuado para que continúe la cadena de frío –no cuenta siquiera con una heladera- El premio se considerará desierto y los otros dos finalistas se llevarán sendos mp5, tal cual lo estipulado en el contrato.

Quizá Martín, después de una escena de pataleo unilateral, reciba como premio consuelo un televisor lcd de 52´ que con buena suerte podrá vender por una cuarta parte de lo que vale, y si esta buena suerte lo acompaña todavía más, tal vez le alcance para comprar la prótesis.

De Silvana y Hernán nadie tendrá más noticias, se habrán perdido en el anonimato al que quisieron burlar, después de todo, la sordomudez y la ceguera no lograrán conmover tanto al público como aquel cuya característica física es la falta de algún miembro.

Los productores de Macabrality, dado el arrasador suceso del programa, ya tienen una nueva idea, formato europeo esta vez, y consistirá en dos realities separados que llegarán a la pantalla en forma simultánea. El primero: una docena de huérfanos cuyas edades oscilarán entre los ocho y doce años. Los niños deberán pasar pruebas y el público expulsará al más inepto hasta dejar sólo uno para que se encuentre con la nueva familia. El segundo corresponde a los adultos, en pareja y cuya consigna será -encerrados en una mansión- tenderse trampas y cometer atentados contra las otras parejas, a fin de que sobreviva un matrimonio. De esta forma el niño tendrá un hogar completo, con límites claros y bien marcados sobre la vida real, mientras que el público disfrutará de humillar al menos agraciado y de la violencia triunfando sobre cualquier gesto de amor.