Ella es inexperta, en cambio él ha tenido más amantes de los que pueda recordar. Aun así en esa habitación solos, ambos sienten lo mismo: el deseo de ser uno.
Las sensaciones se comienzan a encontrar poco a poco, él, al besar su cuello se siente por primera vez enamorado y ella, al sentir los labios en sus hombros se siente por primera vez amada.
Las yemas de los dedos de él comienzan a subir por sus brazos, erizando todos los vellos de su cuerpo y mandándole una corriente eléctrica que le recorre toda la espina. Presa de un temblor incontenible en sus piernas, reposa su espalda contra el pecho de él. Ante la acción él suspira tratando de calmarse, tratando de hacer que este momento también será agradable para ella.
Ella voltea y ambos se miran a los ojos, el contacto visual es profundo y firme; él levanta la mano derecha y acaricia su mejilla apenas rozándola, ella cierra delicadamente los ojos y levanta su cabeza para recibir el beso que ha estado esperando desde que entraron a la habitación.
Los labios se atraen poco a poco, casi como si tuvieran miles de microscópicos imanes bajo la piel, las respiraciones comienzan a chocar una con la otra, hasta que la delicada piel de los labios se junta. Ella abre la boca lentamente y él ingresa su lengua con cuidado de no asustarla, poco a poco comienza la danza de labios y lenguas, haciendo el beso húmedo y excitante.
Los dedos se entrelazan y las manos se aprietan con desesperación, las respiraciones ya son pesadas; él entreabre los ojos y ve las mejillas de ella sonrosadas. Cierra los ojos nuevamente y en un movimiento rápido la abraza fuertemente, casi como queriendo que no desaparezca. El beso se intensifica y comienza a ser necesario el respirar; ambos se separan aun con los ojos cerrados, ella se lleva una mano a los labios y se los toca con una sonrisa tímida y nerviosa.
Él se queda quieto cuando ella levanta ambas manos y desabotona un botón de su camisa, puede sentir el temblor de los dedos por sobre la tela, la respiración agitada golpeando en su pecho. Cierra los ojos con fuerza, no desea tomarla bruscamente, debe contenerse… debe ser dulce y gentil.
Ella termina la tarea de desabotonar la camisa y pasa las manos temblorosas por la suave piel del pecho, luego, casi por instinto, comienza a guiar la camisa abierta por los brazos, para que la prenda quede desordenadamente tirada en el suelo. Acaricia los hombros, la cintura, el cuello y regresa al pecho, donde sus brazos se levantan ágilmente sobre los hombros de él para abrazarlo con fuerza.
Él lleva sus manos hacia los muslos y levanta el delgado vestido que cubre su piel, ella eleva los brazos para que el molesto intruso pueda desprenderse rápidamente de su cuerpo, siente como las manos de él rozan, casi sin querer, la piel a lo largo de su cuerpo. Cuando abre los ojos nuevamente el vestido está acompañando a la camisa, bajo los pies de ambos.
Ella sonríe aun más nerviosa y él, entre curioso y aliviado, la toma por la cintura, levantándola imperceptiblemente del suelo, camina con ella en ese abrazo apretado que le corta la respiración y la deposita lentamente sobre la cama.
Al despegar su cuerpo del de ella se la queda mirando, prendado de las sutiles formas de su cuerpo, cubiertas solo por la seda y el encaje de la ropa interior, levanta la mano y la lleva a uno de sus pechos, medio acariciando la piel, medio tocando el, ahora, molesto sujetador. Levanta la vista ante la respiración agitada de ella. Observa su rostro contraído y los labios entre abiertos.
Él lleva ambas manos al cierre delantero del sujetador y lo abre con cuidado, los pechos quedan ante su vista, pequeños y perfectos, las manos los encierran con cuidado y él se sorprende ante la aterciopelada suavidad de la piel. Mueve sus dedos con delicadeza y roza los pezones sutilmente, el gemido que escapa de la boca de ella lo derrite en el acto. Baja su cabeza hasta que sus labios toman un pezón con la boca. Ella se retuerce contra la cama y no sabiendo qué hacer lleva ambas manos hacia la cabeza de él, para que continúe con el contacto.
Ella siente como la cálida lengua comienza a hacer círculos casi perfectos, como los labios comienzan a ejercer más presión y se mueven acompasadamente. Su espalda de arquea completamente cuando la mano izquierda de él comienza a bajar por su cuerpo, buscando el inicio de la pantaleta. Los dedos lo encuentran y rápidamente se escabullen entre la piel y la tela. Comienza a acariciarla, la boca baja y ahora ambas manos se proponen la tarea de quitarle la molesta pantaleta.
Él no sabe en qué momento su cinturón fue quitado y su pantalón desabrochado, lo único que puede sentir es el latir desesperado de su corazón y como la sangre le rebota en las sienes. Baja su boca hasta la entrepierna de ella, quien más que nerviosa, abre los ojos observando la situación. Los cierra rápidamente cuando siente, que la misma lengua que hace solo unos instantes le acariciaba los senos, se pierde entre sus piernas. Gime fuerte y atrapa las sabanas entre sus dedos, apretándolas con desesperación.
Él levanta la cabeza y la observa atentamente, la lucha interna de sus instintos en contra de su racionalidad está siendo perdida, la desea ahora, al desea entera… rápido. Se quita la ropa que le queda y la lanza desesperadamente al suelo. La posición es perfecta, ella con sus piernas a ambos lados de su cadera, ambos desnudos. Se acerca lentamente y ella se retuerce entre sus brazos como un pez escurridizo. La atrapa fuertemente y la penetra con rapidez. Ambas espaldas se arquean y los labios nuevamente se encuentran en una lucha más parecida a la guerra que al amor.
Comienza a moverse rápido, pero controlando cada movimiento para no causarle dolor ni malestar, ella se aferra a su espalda y pega sus labios entre su cuello y su hombro, él puede sentir la respiración caliente y agitada y ella puede sentir como su interior es llenado por cada rincón. Se siente completa.
A estas alturas ninguno de los dos se mira a los ojos, estos están cerrados, tratando de tatuar con fuego sobre la piel los segundos que pasan lentamente. De pronto él siente como la piel de ella se eriza y su interior se contrae, mientras las pequeñas manos aprietan su espalda con fiereza. La toma de la cintura y la levanta junto con su propio cuerpo, quedando ambos medio sentados entre las sabanas.
La última embestida y el grito de entre los labios de ella lo tranquiliza, ya le pertenece, ella ya tiene dueño y ese es solo él. Se deja llevar y eyacula dentro de ella, ella escucha como la respiración de él se detiene por algunos segundos, mientras su cabeza se aprieta fuertemente contra su pecho medio cubierto por el sujetador que él no término de quitar.
Ambos caen laxos sobre las sábanas desordenadas, aun abrazados y sintiendo el intoxicante calor de sus cuerpos. Pasan algunos minutos hasta que los corazones se calman y las respiraciones se acompasan. Él se deja caer al lado de ella y ella se levanta con cuidado. Él se lleva la mano a la frente y sonríe tranquilo. Ella se acerca y lo besa superficialmente en los labios luego voltea y comienza a ponerse la ropa, cuidando que todo quede perfecto.
Ella se acerca a la cama y sonríe, él la mira y piensa que es la mujer más hermosa del mundo, mientras que ella se da cuenta que él es perfecto. Deben salir las palabras, ya no todo debe estar en silencio, el se sienta y abre el cajón de la mesa de noche, sacando rápidamente algo que ella no es capaz de alcanzar a ver.
- ¿Cuánto es? – Pregunta el abriendo la billetera, ella sonríe y sacando un cigarrillo.
- la tarifa es la de siempre… -
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