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La necesidad era imperiosa, alimento, comida, el hambre a estas alturas ya cegaba su razón… actuaba bajo el impulso del instinto… alucinaba con un pedazo de carne colgado de los muros, alguna rama o tallo, cualquier cosa… la ciudad era solo concreto, metal y vidrio, aguantó algunos días alimentándose de su excremento y su orina, pero el malestar lo limitó a la orina, aun tenía un poco de ella, la bebió, el sabor salado hace días había desaparecido, le parecía un poco metálico, ya ni sabía de sabores. Muchas cosas carecían de explicación; por qué la ciudad interminable? por qué las estructuras vacías? por qué el día sin sol, sin brisa, las noches sin frio, sin luna? por qué la ausencia de todo, menos del interminable deseo de comer y hablar y excretar y dormir?
El vidrio reflejaba su rostro ya casi desconocido, estaba como seco, sí, esa era la palabra, seco! Siempre fue flaco, siempre fue pálido, pero ahora está seco, como si desde adentro se fuera vaciando. No recordaba ya cuantos días vagaba caminando por las calles, por los edificios; al principio, buscaba en cada oficina, en cada departamento: comida, mascotas, gente, un libro… cualquier indicio de vida reciente. Nada, ni cadáveres, ni una sola hoja escrita, ni un bolígrafo siquiera; escritorios, sí, en abundancia todos metálicos, camas sin colchones, sillas de metal o plástico, nada que generara fuego, ya en su cuerpo la tibieza también había desaparecido, la boca ya espesa no incomodaba, el hablar, el gritar como en los primeros días dolía, pero el dolor era dulce, como mas sentirse vivo, sin calor, sin sabor… mientras sintiera. Sentir, cualquier cosa, incluso este dolor le permitiría soportar un poco más, caminar otro día más. Esperanza… sus recuerdos eran confusos; alguna vez la esperanza fue el motor de su vida? recordar que es el ego, o el cariño, la humanidad. El sentirse humano viene con el calor y el contacto, no se reconocía humano, no recordaba algún afecto, no recordaba la esperanza, y como no lo recordaba, no importaba, solo sentía ese deseo imperante de comer, de buscar, ya no sabía qué.
Nada olía tampoco, nada se escuchaba; un golpe de metal contra metal se escuchaba grave, todo grave, sin agudos ni brillantes, como si los sentidos se minimizaran, quiso imaginarse la comida, pero nada reflejó su mente, solo pensaba en comer, dormir.
La tarde se apagaba, la luz escaseaba, este signo le indicaba que debía tomar posición dentro de los edificios; no sabía porque, pero caminaba dentro de uno ya, no tenia frio o dolor, el hambre había desaparecido ya, no era su instinto quien lo guiaba ahora, se encontró solo en una habitación, tomó lugar cerca de una esquina; dormir… fue ese su ultimo pensamiento, mientras desde la planta del pie subía una rigidez… alguien más se asomo a la habitación, como quien busca algo desesperadamente, dio un vistazo rápido, solo un escritorio se veía acomodado en una esquina, lo rodeó buscando cajones, nada… solo el escritorio de metal.

Texto agregado el 27-11-2008, y leído por 263 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
23-06-2009 Gran critica... todos somos escritorios de metal! Alejobeta
28-11-2008 Metamorfosis post hecatombe nuclear. Me gustó chapicui
27-11-2008 Sombríamente original. Capo! ElnegroHinojo
 
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