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Habia una vez un hombre, de cuyo nombre no me acuerdo pero que llamare simplemente “hombre”; vivía en un lugar bastante bello se dedicaba a arar el campo. Amaba la tierra demaciado, más que a nadie y a nada; sus defectos diria yo era su falsedad y su avaricia. A ese hombre no le importaba que tal malo lo creyera la gente, pero si le importaba alguien; Juana una hermosa mujer con cabellos largos y negros que cautivaban a cualquier hombre de aquel lugar, tan bello como Juana. Las condiciones en las que vivia ella y su familia no eran las mejores, su hogar era pequeño y humilde pero no se quejaba por que era feliz. Un día Juana paseaba frente a la parcela del hombre falso y avaricioso que, por cierto era bastante viejo para la hermosa joven, los vientos movian el hermoso cabello de Juana y su hermosa mirada azul se le clavaba en el corazón al hombre que no merecia ver aquella rara belleza. El hombre sentia que merecia a la joven, tenia todo para dar una vida mejor a Juana; asi que un día se dirijó a su hogar, toco la puerta y pregunto por el padre de Juana Él se dirigió a la puerta, entonces el hombre pregunto ¿cuánto ama usted a su hija? El padre se quedo asombrado y respondio: ¡ demaciado ! Tanto que no lo entenderia; el hombre sonriendo por la respuesta prosiguio diciendo: si la ama tanto como dice, dejala casarse con el hombre más rico del lugar ¡yo! Le dare todo, la amare y de vez en cuando permitire que Juana los visite y les traiga un poco de dinero, el padre de Juana pensó por un momento: ¡yo nunca dare a Juana lo que necesita ni a mi familia en cambio este hombre le dara todo, todo! Lo dejare que se case con mi hermosa hija y él le dara lo que yo nunca podre ¡si es lo mejor! Asi que el padre le dijo al hombre con voz titubeante: tiene usted razón ¡mi hija Juana se casara con usted! Juana con la mirada más triste y resignada llego al altar con el hombre más falso y avaricioso del lugar, su vida matrimonial no fue lo que el hombre esperaba. Juana era demasiado buena, ayudaba a las personas lo que el hombre no soportaba; Juana trataba de dar trabajo en la parcela para ayudar al hombre que ya era bastante viejo. El hombre con la simple idea de tener que dar dinero a alguien más que no fuera él o Juana se le revolvia el estómago y le daban ganas de vomitar, así de avaricioso era. Un día Juana le dijo al hombre: tu salud no es buena, y aunque no lo creas yo aprendí a quererte y se que en el fondo hay un hombre bueno en ti y susurrandole al oído le dijo con una vez tan dulce: te amo. Algo en el hombre cambio aquel día; seria que nunca nadie lo habia amado y solo lo juzgaban. Desde aquel día al hombre ya no le importo si su dinero se acababa, en lo unico que pensaba era en Juana y no en su belleza si no en lo que Juana sentia. El hombre hizo obras de caridad en aquel lugar, saco a muchos de la pobreza ofreciendoles trabajo y su apoyo incondicional. Se convirtio en el hombre más amado y su esposa por igual y los hijos que tuvieron, los convirtieron en la familia más feliz y bondadosa del lugar que si ya era bello ahora con más razón. Vamos por la vida juzgando a las personas por su forma de ser pero nunca nos detenemos a pensar porque son asi o si los podemos ayudar a cambiar y darles una razón para vivir la vida con mayor felicidad.

Texto agregado el 27-11-2008, y leído por 382 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
27-11-2008 Me gustó el giro humano que diste al cuento; verdaderamente no me lo esperaba. Te felicito Race Arrecife
 
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