Mientras el borracho miraba con los ojos entrecerrados como tratando de enfocar mejor a través de el parabrisas de su automóvil, frente a él, recogían el cadáver de un muchacho que había sido arrollado justo al lado de la carretera que del bar conducía a su casa.
A unos cuantos kilómetros de allí una madre recibía la noticia de que su hijo, el mayor, el que trabajaba toda la noche vendiendo cigarrillos en cualquier esquina para poder dar sustento a su familia, había muerto arrollado en alguna calle de la ciudad.
Y fue tal el impacto de ver aquel cadáver, que el borracho se perdido en sus pensamientos y con la vista fija en el tumulto de gente y el muerto que se hallaba justo en el medio de todos, olvido por completo que iba manejando perdió el control de su automóvil, y por su falta de reflejos debido al alcohol acumulado en su sangre, no pudo esquivar el árbol que termino incrustado en el centro del motor de su carro, destrozándolo casi por completo.
Al abrir los ojos se encontró desubicado, no sabía muy bien donde estaba, vio una puerta, salió y alisó un poco su ropa, se incorporo y al verse rodeado de mucha gente que le preguntaba como estaba, volvió a mirar hacia atrás y vio su auto totalmente destrozado y sorprendido observo que no tenía ni un rasguño en su cuerpo, y en medio del tumulto que se disipaba se escucho como alguien decía en tono apático, -definitivamente a los malos los cuida el diablo…-
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