¿ Valdría la pena esbozar un título ante tanto sentimiento encadenado...?



Cotidianamente entras en mí; sin embargo el momento de aquella despedida fue como un continuo retorno que aún alimenta mi alma...
Había quedado prendada de tu vida en el umbral de ese salón VIP, a la espera que los silencios se convirtieran en palabras; frases o realidad, cuando la voz del altoparlante anunció el embarque. Dentro de aquellos labios mudos la vida se gestaba en un “te quiero, no me traiciones”, al que yo respondía inmensamente enamorada, “nunca lo haría”... Si tan solo hubieras dicho no te vayas, lo habría dejado todo en ese instante...
La segunda llamada al vuelo se sucedió con un intervalo de escasos minutos; te miré perdida, expectante de algún monosílabo que me rescatara de este amor. Sin embargo ninguno de los dos emitió enunciado de esperanza. Te besé deseando lo que ya no sucedería, mientras una sensación infinita hurgaba el laberinto de mi alma en ese ritual de ojos y de manos... Vos también lo hiciste. Pude percibir todo lo implícito dentro de tu boca húmeda, a la vez que volvía a hacerlo apasionadamente, hasta escucharte decir entrecortado que debía irme...
Entonces corrí sin mirar atrás, para no repetir esas antiguas equivocaciones de permanecer atada a un hombre a través del tiempo... Sin embargo aquel mentado hechizo nunca logró cumplir su efecto, cuando cotidianamente vuelvo a ese inevitable instante del pasado ante tu imagen...

Ana Cecilia. ©