SOLO FUE UN SUEÑO PARA ELOINA
La preparación de una velada romántica. Por lo general lleva mucho tiempo en llevarla a cabo y casi nunca se da como se quiere. Siempre sale algo de imprevisto o nada sale bien. Así que es mejor tomársela con paciencia y seguir el instinto natural. Para darle un toque especial a esa noche tan esperada, por mucho tiempo en soledad.
Eloína, se viste de un negro solemne a la oscuridad. Para dar una impresión de grandeza al momento en que lo verán, después de un largo tiempo de espera. Toma en sus manos unas botas largas hasta las rodillas, junto a su falda que cubren sus muslos hasta las pantorrillas y un top rojo. Para romper el negro de la soledad. Se ¡mira!, al espejo mientras se maquilla sus ojos marrones, que le hacen recordar un atardecer en las costa bajo la luz del sol que se duerme por el horizonte, el cabello largo que le cae a la espalda en forma de cascada, tan suave como sus aguas. Ya lista.
Eloína, para enfrentar su llegada, le suena el “Teléfono”.
Era él. Que le dice: Estoy aquí en la puerta de tu casa.
Eloìna, corre por las escaleras, con sus grandes tacones. Le abre.
Él, está allí: Parado como todo un Don Juan, que viene a buscar a una rosa que se encuentra en el medio de la zarza.
Lo recibe con una sonrisa en sus labios, dándole la bienvenida, él con sus ojos claros como las aguas del río. Ella lo invita a pasar, él se impresiona al verla y le dice: Estas muy bella.
Eloìna, le sonríe discretamente y lo mira tratando de impresionarlo aún más con su picardía de mujer. En el recorrido del zaguán a la sala, una suave música se oía en el fondo, sonaba una canción de un gran tenor PAVAROTTI, (ANCORA).
Él le dice: Si me dejaras amarte.
Ya en la sala, ella suspira, queriendo que aquel pequeño espacio fuese un gran pasillo para lucirse mejor.
Él, se le abalanza encima como un pavo real cortejándola, tomándola dentro de sus brazos la besa con tanta pasión.
Eloìna, agazapada dentro de ellos siente que el piso se le estremece; un suave escalofrió le recorre todo su cuerpo.
Eloìna, no quiere desfallecer, se sobre poner al momento y le invita un trago.
Eloìna, lo escucha mientras le sirve, manteniéndose distante y como distraída a lo que él le promete...Lo mira, como queriendo desmentirle lo que le ofrece. Esas promesas para ellas, son un silbido que le revolotean al oído, como el vuelo de una mariposa surcando las ramas de los árboles junto al viento. Para ella el amor tiende a confundirse en un momento de excitación en donde se confunden en la oscuridad. . . .
Ya se encuentra frente un casanova, que trata de envolverla con su perfume, esforzándose con su perfecta agilidad con las mujeres. Palabras suaves y dulces al oído.
Sentada con una mirada de sobriedad observa. La copa de “Vino” en sus manos, que se le vacía con tanta rapidez. Él corre a llenarla de nuevo, queriéndola embriagar.
Eloìna, se arriesga a vivir el momento que se le ofrece.
Él, se inclina acariciándola desde sus pies hasta llegar a su ombligo, haciéndola temblar, cayendo como un pañuelo de seda, qué cae al piso sin ningún sonido, con su cuello tendido hacía atrás como un cisne en pleno vuelo qué recae, sumergida en la oscuridad de un sueño que la hace exhalar un canto en el silencio. Cubriéndola con su olor todo su cuerpo en la tierna luz del candil. Palpándole su alma palmo a palmo, gimiendo al tacto....
El sonar de unos tacones de zapatos a la distancia. . . La “despiertan” de un sueño húmedo y sosteniendo en sus manos, las medias de nylon.
Elisanne M, Zabaleta
25-11-2008
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