El pasajero, miro largo tiempo por la ventanilla, miles de personas esclavas de sus pasos, iban y venían con sus movimientos autómatas .
El pasajero, volvió su vista al libro de hojas amarillas que tenia sobre sus rodillas, una leve sonrisa se dibujo en su cara, el tren comenzó a moverse, las personas iban desapareciendo lentamente, al mismo tiempo que el tren se alejaba se convertían en puntos casi imperceptibles. Ahora, al levantar su vista, un rostro bellamente delineado como en los cuadros antiguos, se cruzó con su mirada, el hombre que ya no era joven y llevaba su mala salud entre las piernas, se conmovió ante aquella belleza que extendía sus ojos sobre un paisaje habitado por vacas y algún caballo maltrecho, se preguntaba ¿por qué una mujer tan joven y bella cargaba con una mirada tan vacía? sus ojos eran como cuencos oscuros en donde uno podía caer lentamente, él hombre sonrió nuevamente, pensando que, él caería con gusto en esa oscuridad tan singular. El extraño pasajero, volvió a internarse en el profundo e intrincado mundo de los personajes de su libro.
Un silbido, anunció que el tren pararía su recorrido unos minutos, el hombre, acomodó su libro prolijamente, se arregló la camisa, (una camisa azul con rayas blancas muy finas) y bajó del tren, entro al pequeño bar para tomar algo antes de continuar su viaje, todos almorzaban felizmente con sus familias o amigos, el, solo, en un rincón húmedo del lugar, revolvía su café cortado con un poco de leche, agria. Terminó su café y volvió lentamente al tren, solo la muchacha con sus ojos de invierno estaba sentada aun, en la misma posición, el mismo asiento, la misma mirada lejana, el hombre se acomodó nuevamente la camisa, (los viajes largos en tren hacen estragos con la ropa) y se acercó lentamente a ella, noto con un poco de alegría y otro poco de melancolía que era mas bella de lo que había notado desde la distancia, le pregunto con voz suave pero segura ¿que hacía una mujer tan joven en ese tren repleto de ancianos? ella lo miro sonriendo, fue entonces cuando le temblaron las piernas, tuvo miedo, el corazón comenzó a latir tan heroicamente, que olvido recordar la filosofía que había adquirido en los últimos años; un coro de pájaros salvajes levantaron su vuelo celestial y cantaron para él, la mujer, volvió a sonreír, fue recién entonces, cuando el hombre comprendió que ese rostro no era desconocido, imágenes de otros tiempos le surcaron el alma y se vio recorriendo esa cintura pequeña y ese rostro empapado en llanto azulado, ella solo sonreía y lo miraba con una ternura blanca, los demás pasajeros continuaban con su almuerzo, mientras ellos, comenzaban a incendiar los vagones con sus labios,
le beso las manos, las mejillas, los ojos, el hombre sintió una punzada en su lado izquierdo, pero no le importo, ahora ella lo besaba tiernamente hasta unirse en un abrazo eterno, fue entonces, cuando ella lo tomó de la mano y salieron por la ventanilla del tren, corrieron como niños por el campo hasta no ser mas que dos puntos en la lejanía. Los pasajeros, lentamente fueron regresando para seguir su viaje, una mujer gritó histéricamente, al encontrar el cuerpo de un anciano que descansaba sobre un libro de hojas amarillas, aún estaba tibio, pero su corazón había dejado de latir…