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Los caballos invisibles
En los primeros tiempos que Camilo se hizo cargo del campo, tuvo que familiarizarse con un montón de cosas nuevas que ocurrían solo allí.
Entre ellas un día me contó, que algunas noches, escuchaba que llegaba un caballo a las afueras de su casa, la cual distaba un par de cuadras de la mía.
¿Quién podrá ser?—se preguntaba—luego los trancos del caballo desaparecían.
Se compró una linterna muy potente para iluminar la próxima vez que llegara el caballo.
Es verdad que en campo habían ya veinte caballos, una pequeña manada conformada por muchas yeguas, un par de caballos y un potro, pero normalmente andaban pa’l cerro.
El campo no era plano y lo constituían variadas planicies y lomajes de baja altura como suelen ser en esa zona costera.
Por lo tanto debía ser alguien a caballo que llegaba en la noche.
Pero ¿quién?... el vecino más cercano quedaba a 2 kilómetros hacia un lado y a 2 kms hacia el otro lado quedaba el pueblito de Lo Zárate.
Toda la gente que podría haber pasado por el camino que atravesaba la propiedad eran solo una familia vecina y eran conocidos.
Ya cuando Camilo escuchaba ese caballo ( el andar del caballo), miraba por una ventana pero no veía nada. Podría ser un caballo negro porque imaginación no era!
Él escuchaba ciertamente los pasos del caballo pero no lo podía ver.
Me lo comentó en uno de mis viajes al campo al cual iba todos los fines de semana, y no pude creerle.
Yo ya le había dicho desde el principio, que propagara una historia por el pueblo y alrededores, de que en las noches pasaba un carruaje tirado por varias parejas de caballos a toda velocidad y no levantaban polvo. Era para que creyeran y pensaran en ese lugar pasaban cosas raras. Pero era un cuento nomás!
Y ahora Camilo me salía con eso?
Voy a quedarme en tu casa – le dije-- a ver si descubrimos algo.
Yo también tenia una linterna muy potente para cubrir un área más amplia!
Una de esas noches escuchamos el caballo. Salté como un resorte!
¡Nos asomamos por las ventanas pero no vimos nada!
¡Era verdad lo que me decías! – le dije sorprendido—
Volví a Santiago y se me venían a la mente los pasos del caballo que había escuchado esa noche buscando una explicación.
Regresé cada semana hasta que un día, en el silencio de la tarde, sentado en las afueras de la casa de Camilo. escuché por un instante los trancos del caballo y justo estaba mirando hacia un pequeño cerro que ascendía por detrás de la casa (bastante empinado).
Y ahí ... se me iluminó la ampolleta y la explicación del fenómeno apareció.
Había un lugar justo en el cerro que cuando mis propios caballos pasaban caminando por ahí, el sonido de sus trancos se propagaban por algún tipo de ducto de propagación que llegaba hasta la casa..
Los trancos se oían claritos sólo cuando pasaban por un área de no más de 4 mts en el cerrito ése y el sonido llegaba hasta la casa casi sin pérdida. Eran unos ochenta metros medidos del cerro a la casa con una inclinación de unos 45 grados.
Sorprendente verdad!
Tursol Donoso |
Texto agregado el 23-11-2008, y leído por 474
visitantes. (6 votos)
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Lectores Opinan |
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03-02-2010 |
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Esta hermoso realmente me llegò...
Felicidades valuhh |
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01-10-2009 |
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Los caballos siempre me han parecido sinónimo de fuerza, vigor y energía, son intensidad pura. Jazzista |
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24-07-2009 |
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Lindo relato, los caballos y sus sonidos, siempre han sido símbolos de poder y belleza.
http://blogdeltiempoqueseva.blogspot.com ciclotron |
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11-07-2009 |
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hola tursol es un relato extraordinario, y de paso decirte que tus comentarios me halagan, gracias por pasarte por mis escritos.
saludos. poetiza_lejana |
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15-03-2009 |
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Me sorprendes.
Te felicito, sigiue cabalgando de esa forma. Eres genial cayori |
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