Morral extraviado
¿Suerte, coincidencia, casualidad, milagro? Júzgalo tu mismo amigo lector.
Ese lunes 23 de abril teníamos función en el CCH Azcapotzalco decidimos irnos en un taxi ecológico éramos tres personas, tres porta trajes, cuatro mochilas, nueve sombreros y diez machetes. Nos reuniríamos con el resto del grupo en la puerta de acceso principal de la escuelas, al llegar al lugar bajamos del taxi saludamos y al empezar a caminar nos percatamos que faltaba el morral donde iba la música.
Como pudimos sacamos el compromiso y al final molesto recordé que en ese morral no solo iba la música y aparatos para reproducirla sino algo más importante, una agenda y un cuaderno con los manuscritos de unos cuentos y una crónica, claro que no me conforme no me calentaba ni el sol.
El día y la noche pasaron y yo no podía creerlo le pedí a la virgen de las Causas Difíciles y Desesperadas y nada. Mi mal humor seguía latente y la gente lo notaba poco a poco me fui resignando más no conforme.
Siete días después lo pensé mucho y al final decidí no ir a trabajar, fui al centro a realizar unas compras al subir al micro me senté y al voltear el asiento vecino vi un teléfono olvidado de modelo reciente y no había nadie, lo tome, lo estuve viendo y lo guarde en mi bolsillo rato después sonó conteste, era el dueño y de pronto se corto la llamada. Ya para entrar al metro sonó de nuevo y esta vez era una persona mayor así lo deduje por la voz, me dilo lo siguiente: El teléfono es de mi hijo es estudiante y le costó mucho trabajo comprar ese teléfono, a lo que contesté que no había problema que yo sabía lo que era perder algo y quede de esperarlo en ese lugar para entregárselo. Rato después llego el muchacho preguntando si yo tenía el teléfono, que me hablo su papá pero que el andaba más cerca, se lo entregué y el se quedo esperando a su papá. No me arrepentí, al contrario me sentí muy bien y proseguí mi camino.
Ya en casa me dispuse ha hacer una llamada telefónica y al levantar el auricular escuché marca * 86 para recibir sus mensajes lo marque, no podía creerlo el mensaje decía así: Hola Jorge Ureño soy el chofer del taxi donde olvidaste tu morral, si puedes llámame.
Apunte el numero, marque, media hora después tenía el morral en mis manos, no faltaba nada ¡y pensar que el chofer me pidió 100 pesos por el servicio ni lo que costaba el simple morral!
Emocionado le conté a varias personas y al llegar a la devolución del celular me decían: que era un menso y al conocer la historia completa se quedaban mudos.
¿MARÍA AUXILIADORA, EL SEÑOR DE LA MISERICORDIA al que mi mamá le pidió o PAPÁ a quien también invoque? ¿Suerte, casualidad o milagro? Lo que se es que la esperanza muere al último, no cabe duda que el que bien obra bien le va.
P.D. Y gracias al taxista puedes leer los siguientes cuentos que son los del cuaderno que estaba en el morral extraviado.
Jorge Ureño de la O.
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