A esa hora del día, las calles de la ciudad nada tenían que envidiarle al más árido de los desiertos, Rojo y Bermellón seguían caminado victoriosos hasta la casa del chispeante muchacho, quien se detenía ante la presencia de cualquier gato que encontrara en el camino, para jugar, tocarlos y comportarse como un pequeñito enajenado del mundo. Cuando finalmente lograron llegar hasta la casa de Bermellón, Rojo recién comenzó a sentir la presión de haberle prometido una “cita de besos” en Messenger, pero no era un peso negativo, al contrario.
Bermellón no vivía solo, sino junto a muchos universitarios, ambos subieron al segundo piso y caminaron por un oscuro y largo pasillo hasta llegar hasta la habitación. Dentro, el calor era relativamente menor, la sombra lo reducía, Rojo vio en las paredes del cuarto, algunos afiches relacionados con los estudios de Bermellón, quién se tiró a la cama e invitó a Rojo a hacerlo también, ambos se quedaron ahí charlando, sin duda que sintonizaban y lo que vendría se hacía inevitable, Bermellón entonces preguntó: ¿Me besas tú o te beso yo?
Rojo, sabiéndose un besador compulsivo, siempre deseaba dar el primer pasó, sin demorarse nada, le dijo: Yo y se acercó hasta donde estaba Bermellón para consumirse en sus labios, fue extraño, menos tormentoso que el beso que le dio a Ocre y engañaba Marrón, o el encuentro con aquel hombre del que no supo si como se llamaba, pero algo extraño había…el fantasma de Marrón se hacía presente entre ambos, ambos habían sido besados y tocados por el mismo individuo…pero aquella sensación duró sólo un instante, casi el mismo que duraron con sus poleras puestas. El calor era inmenso, el sudor hacía que el roce entre ambos fuera escurridizo, las manos de Bermellón es escabullían por todos lados… tras unos minutos de recorrerse mutuamente ambos consiguieron un orgasmo…uno muy distinto a los anteriores. Es sabido que el mundo gay por estar oculto, no requiere de ciertos formalismos que los hetero sexuales manejan, Rojo y Bermellón no llevaban ni un día de conocidos, pero la conexión que tenían les era motivo suficiente para sentirse tan acompañados y verdaderos que nunca. Se quedaron unos instantes mirándose, todos sudados y con sus fluidos esparcidos en sus torsos, tocándose las yemas de los dedos, intentando asimilar lo ocurrido; intenso, rápido y efímero. Perdieron la noción del tiempo, lo que parecieron minutos, eran horas…el sol ya había perecido y la sangre teñía de rojo el cielo. El eco del calor en las calles era el único vestigio del infierno que ambos muchachos capearon con su propio calor corporal. Se vistieron y partieron nuevamente hasta la universidad para comer, ambos merendaron un sándwich de carne y queso en la terraza del mismo restaurant que a medio día no pudieron ingresar. La sintonía no parecía marcharse, tras ello, los jóvenes fueron a unas de las salas con computadores dispuestas para los universitarios, Rojo y Bermellón iniciaron sesión. Marrón parecía esperarlos, les habló a ambos, a Rojo lo saludó y le pregunto desde cuando conocía a Bermellón, Rojo siguió las instrucciones de su nuevo “amigo” y le dijo que desde hace dos meses. Marrón entonces se despidió. Ambos seguían divirtiéndose con toda la coincidencia, se hacía tarde y Rojo debía partir a casa, pero Bermellón lo invitó a quedarse en la suya, Rojo se quedó helado, meditando la invitación, era tentadora pero demasiado osada… entonces, inspirado por la extrovertida personalidad de Bermellón, Rojo decidió lanzarse a la vida y aceptar la invitación. Juntos entonces dejaron la universidad, rumbo a la casa de Bermellón.
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