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Cuándo la educación, es para educarnos y crear conciencia
(No para normalizarnos)

¿Hay que guardar silencios?. ¿No decir palabras?
Así lo creímos y ahora sólo murmuramos: No le gritamos a la vida, ni a nuestro viejo enemigo el tiempo, este tiempo y este mundo donde habitamos.
La juventud, la poesía y los poetas siguen siendo para mí los guardianes de los mitos, mitos que no apelan a la inteligencia, sino a estremecer los corazones y a la imaginación, a las imágenes intransables, son los guardianes de las esperanzas, esperanzas de tiempos mejores, son los vigilantes de las principales convicciones.

Nos recordamos del pasado, sí es cierto, pero para recoger desde allí lo mejor para construir el futuro, por que no nos interesan las nostalgias del ayer, por que ya viven en nosotros las nostalgias del futuro, de todo aquello que todavía no nos ha ocurrido y sin embargo, debería hace ya tanto tiempo habernos sucedido. Por que hemos enseñado a los niños sólo a escuchar y repetir, debimos hace ya tiempo, enseñarles a preguntar, a cuestionar y a sentir, para que mañana no obedezcan sólo a las costumbres y se cuestionen el sentido común tantas veces engañosos, recurran a la razón, pues sin una verdadera educación popular no habrá nunca una verdadera sociedad. Es el momento de crear cursos de reflexión y razonamientos, pues no somos una masa anónima, ni sólo números, el pueblo somos nosotros, un organismo viviente con pasado y tradición, con presente de esperanzas y con futuro, si somos capaces de recrear nuestra identidad.
La cultura, esa que domina hoy, se esfuerza en desvincularnos no sólo con nuestra historia, sino incluso, con nuestro prójimo al que hemos convertido en nuestro enemigo y competidor, en donde el nosotros se oculta y se pierde tras el Yo, fomentando el egoísmo y el aislamiento.
Los jóvenes de ayer decían “Seamos realistas, pidamos lo imposible” hoy que el curso de la historia es otro los invito a que: “Seamos realistas, hagamos lo imposible”
La juventud, la poesía y los poetas, tienen el deber de cuidar los viejos mitos que engrandecieron al hombre, pero tienen también la obligación de crear otros mitos nuevos, para trascender en la memoria, utilizando ellos mismos su propia memoria y sus nuevos recuerdos. Quién otro invitaría a las diosas a beber de fuentes encantadas sino los poetas, quién convencería a los dragones de incendiar corazones sino la poesía. Quién sino la juventud intentará cambiar el mundo.
La juventud, la poesía y los poetas, debemos desnudar gargantas atosigadas de palabras, para que juntos con los decires del otro, asesinen los monólogos ensimismados, por que he aquí la verdadera construcción del hombre, constructivismo, en tanto semejante, en el decir libertario, y decires igualitarios.
La juventud, la poesía y los poetas, deben dejar de pensar en los sueños sólo como fenómenos naturales, que el psicoanálisis se encargue de las pesadillas nocturnas y del inconsciente. Pues, de los otros sueños, aquellos que emergen de la esperanza, de los sinsabores, de las injusticias y de las carencias nos encargaremos nosotros.
Por que tenemos tierra y bocas tan faltas de pan y de grano, por que tenemos niños tan faltos de abrazos, por que se han herido los ríos y vemos su sangre por los desagües mineros, y el desierto no es sólo tumbas de jóvenes pobres, es también basurero radiactivo o montañas de plomo junto a las poblaciones nortinas.
Porque ya es tiempo de cansarse de la pasividad, como creo que esta cansado el otoño de perder sus hojas, el invierno de malograr sus lluvias y el verano de derrochar el sol.
La juventud, la poesía y los poetas sociales, deben ser como la primavera, bullentes de energía, deben ser lluvias y gotas de rocío, de esas que se divierten balanceándose sobre las flores, deben ser como las hojas que fertilizan la tierra, deben ser trabajadores y profesionales que se legitimen en la búsqueda de soluciones de las necesidades de su pueblo.
Tenemos la obligación de reencontrarnos con nuestra historia y nuestra América, parece que hemos olvidado lo que ella significa y sin embargo esta allí, en todos y cada uno, en algún rincón de nuestra memoria o del alma, debe buscarse en nuestra infancia y juventud, entre nuestros viejos.
Patria, no es solo el suelo por el que a diario caminamos, son nuestros manzanos y nuestros arroyos, son nuestros cielos, son también las ilusiones y las mariposas, son los telares y las mujeres que con fatiga urden matizadas lanas, son las costureras, son las bateas y la pila de ropas ajenas, son los niños disfrutando de amarillentos grifos escapando del sol de febrero, son los pies descalzos y los zapatos rotos, son los uniformes del colegio, a veces también los otros uniformes, son los doctores de las primeras amigdalitis, son las escuelas y sus recreos con los amigos de la infancia, son también los profesores y sus desvelos, son las sopaipillas con ají, los huevos duros. Son los hospitales donde nacimos y aquellos donde morimos.
Son los trenes, esos trenes que a veces se atrasan, pues son capaces de esperar a los que caminan más lento
Yo, que ya no soy joven ni soy poeta, y que en mis costillas y en mis rodillas anidan heridas que no merezco, los invito a que sueñen con un país sin esperanzas, no porque la tristeza y el dolor hayan atrapado corazones. No porque la negrura del futuro aprisione nuestras sombras.
Quiero un País sin esperanzas, donde la gente ya no espere dádivas divinas, ni migajas.
Quiero un país sin esperanzas de una mejor educación, de un trabajo digno pues son un derecho y ya lo conquistamos.
Quiero un país sin esperanzas de encontrar herramienta para sus manos, pues éstas ya están llenas de arados, de formones, de estetoscopios, de tornos y aceros, de computadoras, de alicates, de taladros mineros, de camiones y tractores, manos llenas de pinceles y lienzos, llenas de pianos y partituras, manos llenas de salarios justos... y de afectos.
Quiero un país sin la esperanza de un futuro mejor, por que el futuro es hoy y es nuestro. Sin esperanzas de encontrar la felicidad después de la muerte, por que ahora tenemos una vida buena y digna.

Quiero un país sin esperanzas, por que nos pusimos de acuerdo y juntos caminamos bajo la interminable lluvia del Sur, en las tempestades junto al viento. Con los Pastores de ovejas de Magallanes conversamos.
Con los criadores de Salmones y los ostreros Chilotes.
Por que nos pusimos de acuerdo en las poblaciones adornadas de niños.
En los campos plantados de Ilusiones y No Me Olvides. Nos pusimos de acuerdo a la sombra de los Sauces con los campesinos y vaquéanos.
Descubrimos que la historia no es posible sin nosotros y que estábamos unidos a través de ella, recuperamos la memoria que estaba olvidada y comenzamos a caminar, ya no como gente común ni corriente, sino, solo diferentes y en las diferencias nos reencontramos y éramos los mismos.
En días y noches de diálogos, descubrimos que atrás estaba la guerra y adelante las alianzas, los convenios y compromisos. Y fue la voluntad de los más, la que no permitió que se acallara la voz de los menos.
En los bosques de Canelos florecidos de Mapuches, escuchamos sus demandas y juntos inauguramos su Parlamento.
En las minas y en los socavones, con los pirquineros, entre el Carbón y el Cobre, en conversaciones de Plata, encontramos avenencias.
Nos pusimos de acuerdo con los hombres del mar. Con los Pescadores entre Anchovetas y Merluzas. Con los Artesanos junto a la greda, a la piedra y al mimbre. Con el Mecánico, con el profesor, con el plantador de cebollas y de ajos, con los trigueros, entre amarillentas espigas ansiosas de pan... nos pusimos de acuerdo
Nos pusimos de acuerdo en el desierto cubierto de estrellas en las noches camanchaqueras. Entre llamas y guanacos, entre vizcachas, sostuvimos largas conversaciones con los andinos y sus coloridas mujeres, cargadoras de sombreros rebosantes de trenzas y upadas de hijos.
Camanchaqueras = llovizna del desierto atacameño.

Texto agregado el 23-11-2008, y leído por 258 visitantes. (0 votos)


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