El Escaparate
Cuando me hice lo suficientemente grande, me mandaron a dormir junto a mi hermana Iné, en su cuarto, en una misma camita. Tenía yo apenas unos cuatro años y esa era la habitación perfecta para mí, que era tan miedosa. Esa misma semana llevaron a nuestro cuarto, el escaparate de mi abuela Lola, que al morir, le dejara con cariño, a mi hermana junto a sus efectos personales.
Un escaparate de más de 200 años que iba pasando de generación en generación. De madera muy pesada Con dos gavetas en el centro, un perchero y fechas y notas escritas en su interior de hacia décadas y siglos quien sabe por cuantos dueños… Para llevarlo al apartamento debieron meterlo por la ventana hasta el tercer piso…puedes imaginarlo…Toda una odisea con el fulano escaparate.
Pues, ahí lo colocaron. Ocupaba la mitad del cuarto y no porque el escaparate fuese muy grande, sino, porque el cuarto era muy pequeño. Una noche, desperté con mucho calor. Yo dormía con la cara a los pies de Iné. Al abrir los ojos y que estos se acostumbraran a la oscuridad, vi perfectamente a una mujer, de espaldas, inmóvil, frente al escaparate. Dios! El corazón doblo los latidos y cerré rápidamente los ojos. Pensé: “Es Iné no te asustes”. Pero, abrí de nuevo los ojos y no era ella, ya que Iné estaba a mi lado. La mujer seguía sin moverse. Quieta. Por mi cabeza pasaban mil cosas: “¿Y si grito? No, no, se voltea y quien sabe como sea de fea. ¿Y si llamo a Iné? No, después nos puede hacer algo esa mujer. ¿Y si me siento en la cama? No a ver si me agarra ¿Qué hago?....Cerré un poco los ojos y podía ver que seguía parada ahí. Por fin se me ocurrió algo. Como estaba casi paralizada del susto y lo único que podía era mover mis manos, me atreví a pellizcarle los pies a Iné, para que despertara. Pero lo único que conseguí fue que me “soltara” una patada para continuar durmiendo. Del susto, apreté bien duro los ojos y sin moverme ni nada amanecí así. No se si fue que me desmaye o me quede dormida. Lo cierto es que cuando desperté a eso de las siete de la mañana, ya Iné se había ido al liceo. Y yo estaba sola… en el cuarto… “con el escaparate”. De un salto me levante de la cama, casi tumbo la puerta para salir de ahí. Me atajaron mi mamá y mi abuela Tina que se encontraba en Caracas para los novenarios. A ella les conté lo que me había pasado esa noche. Se vieron las caras y me tranquilizaron.
El escaparate esta ahora en la casa de mi hermana. Y en su interior se le han sumado unas cuantas notas mas y muchas historias… A Dios gracias que no habla…
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