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Un día me miré en el espejo y era otro hombre el que vi.
Aquella era una persona muy distinta en porte y expresión.
Yo, un hombre letrado y serio, me detuve ante esta sorpresa y adquirí un tono apacible (no tenía por qué perder la calma). Después de todo, aquello podría tener una explicación racional ¿por qué uno siempre debe verse a uno mismo en los espejos? ¿No podía ser que un día la imagen cambiara? ¿No podía ser que fuera otro el que apareciera? Por supuesto que es factible. Yo soy un hombre intelectual, de mente abierta. Así que mantuve la calma y lo más lógico me pareció preguntarle quién era y qué hacía en aquel lugar donde en general solía visualizar mi propia anatomía (no sin antes darle un “Buenas tardes” y preguntarle “¿cómo anda?” por supuesto, ¿acaso uno debería ser menos educado con un desconocido que está en un espejo?)
- Querido señor, dígame, ¿quién es usted? ¿Qué hace aquí?
- Discúlpeme, yo tengo que estar en otro espejo, y no sé por qué vine a para aquí…
- Ah… entonces, ¿está perdido?
- Yo diría, más que perdido, atrapado… No he vuelto a hallar la entrada en el túnel blanco…
- ¿túnel blanco, usted dice? – En ese momento tuve que tomar una silla y sacar mi bloc de anotaciones, tome una lapicera y me dispuse a escuchar y tomar nota de lo que mi querido amigo me dijera.
- Sí, el túnel blanco… De allí tenía que tomar el subterráneo hacia la casa de un hombre que se llama Víctor y es albañil… - Cuando escuché me sobresalté, aunque intenté sostener mi temple (y rápidamente lo hice) y le respondí con tono de crítica fundamentada:
- ¡Oh! ¿Pero cómo puede confundirse de espejo? ¡El hombre al que yo veo todos los días, el que a mí me representa (por cierto, felicítelo, es excelente ese colega suyo) es muy diferente en apariencia y psiquis a un albañil! ¿No ve, acaso, mi porte, la elegancia de mi traje, la exclusividad de mis palabras? No quiero pecar de vanidoso, pero me considero superior.
- Señor, yo represento a todos. Tengo la capacidad de multiplicarme. Tengo un solo ego pero modifico mi sustancia. Pero si en este momento usted me esta viendo, significa que el otro estará viéndolo a usted ¡Eso sí es gracioso! – Entonces, ante mi disgusto, soltó una carcajada
- En ese caso, debe de estar muy contento aquél albañil…
- Yo diría sorprendido… Pero aún no entiendo, ¿cómo fue que entrecrucé los portales? ¿Cómo fue que me conduje sin notarlo en otro subterráneo? Se nota que el túnel blanco está en refacción…
- ¡No! ¡Deténgase! ¡Yo soy quien estoy realmente confundido! No es que no entienda, sólo estoy confundido ¡Me siento estafado! ¡Quiero hablar con el jefe de los… espectros! – la imagen me dirigió una mirada que vista en profundidad era transparente, fantasmagórica, y me respondió:
- El albañil y usted, son yo. Lo mismo. Hoy sólo vio la otra cara. Hoy solo vio quien podría haber sido… o debería decir, quién en realidad es…
- ¿PERDOOOÓN…? – El espectro me sonrió y me respondió guiñando un ojo – Explíqueme algo…
Pero antes de que pudiera argumentar a mi favor, volví a observar a un elegante abogado en mi espejo. Allí estaba de nuevo. Me arreglé mi azabache cabello peinado con gel y miré mi reloj notando que estaría por llegar tarde a Tribunales.
- A mi juicio, lo debe haber enviado el fiscal Gómez, el defiende a mi acusado… Es un hombre mediocre aquél, trabaja en la industria de la construcción, algo así.

Texto agregado el 22-11-2008, y leído por 6052 visitantes. (2 votos)


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