La vida puebla al mundo de obstáculos y de esperanzas. Curiosos vaivenes de opuestos los que impulsa. Es un poco un colectivo, un tren, o un medio de transporte. Todos somos testigos y participes del fenómeno de la vida.
Vos hacías eso con mi corazón: lo poblabas de hechos y derechos que no tenía por naturaleza. Tiendo a mitificar a aquellas personas que anduvieron muy metidas en mi ser, en mi mente y en mi alma. Y tú, podríamos decir, eres algo así como un héroe medieval. Arquetipo de todas las virtudes, símbolo y objeto de culto para los demás.
¿Qué personaje soy yo? ¿Qué lugar ocupo en esta historia? Quiero ser heroína y acompañarte en tus batallas, quiero ser también enemiga y darme el lujo de vencerte.
Cuando te fuiste, la vida perdió algo de romanticismo, la vida perdió algo de poesía.
Supongo que nada es para siempre, y que siempre existirá la nada. Abismos en los que uno se pierde. Actualmente construyo puentes que me permitan cruzarlo, pero no he terminado ninguno, son todas obras incompletas.
Recuerdo cómo sufría oyendo de tus problemas amorosos. No era yo por quien sufrías, era por la chica de al lado. Ella es tan distinta a mí… hoy en día somos casi amigas. Pero sé que, en algún momento del día, ella debe mirarme y recordar que era yo su mejor amiga así como yo la miro, quizás sin intención, y recuerdo que era ella su razón de desvelo.
Pero, yo sé que hubo un momento en que sus ojos solamente a mi me siguieron. Y fue solo un segundo, pero me atravesó por completo.
Ahora estás lejos ¿en que andarás me pregunto? ¿Tendrás una mejor amiga a quien le hables de alguna otra chica quizás con más intención de conquista que de desahogo? Extraña catarsis la que genera ese estilo de psicoanálisis que has inventado.
Supongo que eras más un personaje que una persona. Eras más un rol que un participante. Eras más tú y menos yo. Eras más ella… o mejor dicho esa idea que tenías de ella que por tanto tiempo te impidió sentir amor.
No volverás jamás. Pero eso no me molesta. Sé que habitarás mis ficciones por casi más tiempo que lo que deberías, en realidad.
Me enseñaste muchas cosas, una de esas conclusiones del inicio también, me enseñaste locuras de quien se enamora y a mezclar adjetivos para lograr un bien.
Me daba gracia tu forma de agradar a la gente y la manera en que te seguían.
Pero tú, Sigfrido, tienes un punto débil. Y eso es lo que siempre te hará más mío que de nadie, y es que sólo yo sé cuál es.