Fue entonces que decidí irme a vivir al mundo de los sueños. Allí las cosas eran sueños, por supuesto, y por supuesto, los colores eran mas brillantes, los aromas mas intensos, las sensaciones mas profundas, pero a su vez no existían los cuerpos, los límites, los espacios finitos. Allí podría amarla sin límites, para siempre y hasta el infinito, como amor de adolescente…
Justamente por eso me fui a vivir al mundo de los sueños. Para amarla sin límites. Allí, en ese mundo, no podría abrazarla, ni besarla, porque no existen los límites. Ni los espacios, ni los cuerpos. Acercarme a ella, era imposible. Éramos como sombras o fantasmas, sin cuerpos. Si yo tomaba su mano, su mano y la mía se fundían, y eran lo mismo. No había un punto del espacio donde se unieran. Y cuando la abracé, todo mi cuerpo inexistente penetró el suyo inexistente, y fuimos uno solo en un mundo de sueños. No había sensaciones de cuerpo, no había placer ni dolor. Solo la amaba, intensamente, con mi alma disfrazada de fantasma, y no podía poseerla. Era un amor sin retorno, y sin posesión. Pero éramos solo uno, allí, sin espacios, pero sin límites.
Muchas veces, sin embargo, en ese mundo de sueños, creí sentir su mano tomando la mía. Por supuesto, creí, porque ella no tenía cuerpo. Muchas veces sentí que éramos uno solo, que ella me amaría eternamente, formando parte de mi sueño. Y creo que muchas veces, ella, soñadora, soñó como yo y vino a mi mundo. Porque ella sabe soñar también, y tal vez entonces me acarició con su incorpórea mano. Alguna vez, tal vez.
Fue entonces que decidí irme a vivir al mundo de los sueños. Entonces, cuando descubrí que la amaba mas allá de mi cuerpo, pero no podía amarla con mi cuerpo. No me era permitido amarla con el cuerpo en la realidad de mi vida. No podría poseerla físicamente, abrazarla, acariciarla. Pero supe que no necesitaba de ello en el mundo de los sueños y me fui a vivir allí. Fui feliz allí, y soy feliz cuando vuelvo de mis vacaciones. Porque paso mis vacaciones en el mundo real, rodeado de cuerpos, de roces, de placeres y de dolores. En el mundo real la quiero, pero no puedo abrazarla. Solo puedo mirar su sonrisa (a eso vengo al mundo real) y me llevo el recuerdo a mi mundo de sueños, donde me fundo con ella en lo profundo de mi amor.
Algunos, que cada tanto visitan mis sueños, creen que estoy loco. Yo creo que no estoy loco. Estoy enamorado, locamente, de una mujer real a la que no puedo alcanzar.
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