Estoy prisionero en tinieblas de horrendo tormento.
Mis ojos no logran sentir acaso un retazo de luz, una estrella perdida.
Estoy con la soledad que me acompaña y que cada vez acrecienta más el frío.
¡ Intento gritar, pero no tengo aliento ¡ Comienzo a escribir para alejar la sinrazón.

Glorifico a la noche; es mi refugio en este mundo de hipocresía e irrealidad.
Allá en el horizonte miro recuerdos de la mujer que amaba,
Y el resonar de sus caricias y sus besos, golpean y golpean mi demacrado pecho.
Glorifico a la lluvia; en ella desahogo mi llanto sin necias burlas.

Creía que esto sólo lo sentían aquellos olvidados y nunca entendidos cantores.
¡ Más mi alma grita también, en un angustioso rugido de impotencia !
Creía alejada de mí , a la Luna espectral, danzando sobre mi pronto sepulcro.
Ya no escucho cantos, ya no escucho ecos. El ayer me invade y no existo.

Escribo líneas como gritos, para alejar el calor que ayer sentía, sus besos…
¡ Ay qué ingrato es el tiempo, qué lejano el consuelo !
Escribo mi angustia, miro mis manos y percibo un temblor en ellas.
Se acerca una tormenta, como miles de alaridos de penosa tristeza.

Tengo ojos, pero sólo oscuridad los invaden.
Mi piel no logra sentir un matiz de calor.
Insípido es el tiempo que envejece a mi alma.
En un castillo de muerte vivo enclaustrado.