Si la decadencia del espíritu pudiese expresarse con un escrito,
pasaría el hábil lector la eternidad leyendo tal narración.
Me considero escritor, aunque distinto, puesto que soy maldito,
contemplando estos surcos de funesta aberración.

Afuera es triste, por eso me encierro y contemplo el tiempo,
cual piedra atascada en el caudal de un río estruendoso.
¡ Quiero gritar ! Pero no lo logro porque no tengo aliento,
y por cada segundo la soledad se vuelve un castigo espantoso.

No la veré más, a ella mi doncella del amor prohibido,
lentamente pago mi pecado con golpes resonantes en mi pecho.
Para este mundo hoy soy un ser olvidado e inhibido,
es refugio de un atormentado y agonizante ser mi lecho.

Se burlan de mí las estrellas allá en las abismales negruras del universo,
insípidas de sentimiento, incoloras, abatiendo a mi débil corazón.
Mi vida fue ayer felicidad, pasión, alegría, pero todo ello ahora es inverso,
por tanto escribo líneas como gritos, para escapar de la sinrazón.

Hay un fuego que no se apaga en mi alma, crece y crece sin cesar,
la desolación ayuda en su inminente camino de inmisericordia.
Es por eso que con esta pluma y este papel me quiero confesar,
para que mi alma se apague tranquila, alejada de la discordia.