Perdones engarzados
Cada perla es una pena hijo un perdón mudo, noches sin dormir, llantos que se encuentran con amaneceres, camisas manchadas, traiciones ignoradas, este collar no es un regalo es una forma de pedir perdón mil veces. Todas mis amigas envidiaron mi collar, pero no es otra cosa que las culpas engarzadas con arneses de oro. Tu no mijo tú no le engarces un collar a tu futura esposa estas a tiempo de cambiar, de no ser como tu padre, de no comenzar esa carrera de gato parrandero. ¿A poco crees que no me doy cuenta de tus trasnochadas?, de tus infecciones venéreas tomadas como cicatrices de guerra, tu padre solapa y aplaude tus travesuras lo único que estas haciendo es hacerte un espejo de ese macho ¿Tú también le regalaras un collar de perlas a tu futura esposa? cuando cumplan 25 años de casados agacharas la cabeza de remordimiento y ofrecerás como disculpa infinita un collar de perdones, estas a tiempo de enmendar.
Salí de casa con el propósito de cambiar, de ser un esposo digno y fiel para mi novia. Mi madre me había pescado en los últimos días llegando tarde con la camisa manchada, desbraguetado. En el último año había intercalado una maratón de camas habiendo descuidado a mi novia. Las aventuras fáciles se me estaban dando así que fui por ahí como picaflor disfrutando de los enredos de piernas con cualquiera que se prestara para una aventura. Cuando me infecte tuve que inventar a mi novia que estaba en exámenes y en la final del torneo de fútbol de la universidad, que debía concentrarme, se lo tragó a medias, las mujeres tiene un sexto sentido que lo presienten todo.
El diablo se da sus mañas, ese día cuando regresaba de casa de mi novia, mi celular sonó:
-Hola Juan –se escuchó del otro lado del teléfono—
-Ven a verme papi me tienes abandonada –la promesa era tentadora—
Era Leticia una compañera de la universidad; una morena alta con un cuerpazo de concurso, que sin duda era mejor amante que estudiante, llevaba 3 años repitiendo semestre. Mi mente comenzó a caminar como la proyección de un cine y recordé el ultimo encuentro, había sido una noche grandiosa en la que casi quedamos fundidos por la intensidad de la pasión, éramos tan compatibles sexualmente que nos adivinábamos el pensamiento del siguiente paso, así que en automático desvié mi coche hacia su departamento mientras el corazón se me desbocaba, y mi conciencia quedó apagada por la perspectiva de otro encuentro desenfrenado…
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