Egipto. Año tres mil antes de Cristo.
Actualmente hay una protesta de esclavos.
El mayor problema que existe son unos enormes bloques de piedras para pirámides avandonados justo frente al arco de entrada a la ciudad que interrumpen por completo el acceso.
Los esclavos que antes de inciarse el inédito conflicto arrastraban el cargamento han quedado del lado de afuera.
Pero la insensible voz del energumeno Faraón, apurado por salir de paseo, ofuscado se dejó escuchar exigiendo la debida obediencia que requiere la relación que los compromete.
Con su otro contingente intentando de alguna manera mover la mole para crear un salvoconducto. Pero la suma de las fuerzas de ambos bandos enfrentados en vez de multilaplicarse se anulaban al empujar las rocas en diferentes sentidos.
Permitan que denomine como delegado al representante de los desposeídos,
que hizo pasar una exelente nota por una ancha endija, donde hay escrito en idioma de jeloglíficos los motivos de la osada actitud de reveldía,
con tres símbolos bien claros que definen los motivos de la impresionante actitud:
El del ferreo látigo dibujado, con un superpuesto signo por, indicando un pedido de prohibición del mismo; el de una boca abierta con una flecha apuntando dentro, símbolo de reclamo de mejor alimentación, el de una paloma blanca de la libertad.
Pero no bien el delegado azomó la mano por la ranura sosteniendo la misiva, una filosa daga perteneciente al mismo Nefertitis se la amputó.
Así fue que cuando el esclavo de urgencia la sumergió en las aguas del rio Nilo este se trocó por completo de color colorado.
Existe entre los esclavos la creencia de que los humanos provienen de dos fuentes distintas de existencia, la primera perteneciente a los propios Egipcios, que devienen del hombre mono,
el cual a su vez proviene de un gran pez,
con la carasteristica de ser vagos,
seguramente por haber consumido la vital energía en esas sucesivas mutaciones.
La siguiente estaría conformada por espontaneas apariciones de humanos, riqueza que le pertenece con exclusividad a los oriundos del pueblo de Palestina, que luego fueron tomados como pobres esclavos.
Lo cierto es que finalmente ese espectacular milagro, fue exclusivamente adjudicado,
no a la derramada sangre sagrada del delegado, sino a la sobrenatural habilidad del cruel tirano en cortar por lo sano.
Cuando todo hubo vuelto a la normalidad institucional, y los bloques de piedra por fin sacados del único camino, el faraón Nefertitis hizo decapitar al delegado, para despejar dudas efectuando la prueba del teñido, colocando el cuerpo sin cabeza patas para arriba dentro de una piscina, para así comprobar que nada cambiaría su color. Mientras que por otro lado pinchadose un dedo sobre un vaso de agua pudo mostrar como el liquido rapidamente se transformó en vino.