Dedico esta historia a todos aquellos que viven en grandes ciudades para que descubran a traves de mi corta historia lo maravilloso que puede ser la vida en los campos.
Cuenta una vieja historia que en la inmensa ciudad de Méjico llego una gran crisis económica. Cerraron las empresas, se realizaron muchos despidos y la comida empezó a escasear en gran manera. Parecía las consecuencias de una guerra. Toda esta situación produjo mayor deterioro social. La inseguridad aumento ya que había más hambre y día a día se veían presentes saqueos en todos los comercios.
El gobierno local saco la guardia nacional para controlar los tumultos, pero fue inútil, ellos tenían tanta hambre como los vecinos, así que sin que el alcalde supiera saqueaban los comercios para subsistir. Total la ciudad se convirtió en un infierno para muchos.
Entonces, los ciudadanos decidieron irse poco a poco hacia los pueblos y hacia los campos. Pero se decían: _ Como vamos a subsistir, si no sabemos ni sembrar papas ni cultivar gallinas_
Pero no contaban con la cordialidad de los campesinos, y estos decidieron enseñarles que hacer. Les proporcionaron unas barracas como viviendas para probar en cierta forma si estarían dispuestos a trabajar con las labores bien sencillas para subsistir.
Muchos se quejaron. Pero se dieron cuenta de que no tenían muchas opciones. O volvían a la ciudad, que era un infierno en potencia o aprenderían a vivir a otra forma de vida.
Los campesinos les enseñaron a levantarse de madrugada, a ordenar las vacas, a conocer la tierra, y a detectar cuando era el tiempo de siembra y cuando era el tiempo de cosecha. Les mostraron cuales eran las plagas de las plantas y como podían combatirlas, y en que luna creciente era el mejor momento para podar.
Muchos de estos citadinos pasaron mucho trabajo. Tuvieron que aprender a vivir de la energía eléctrica con transformadores, y en esta forma también aprendieron a valorar la luz que venia a sus hogares. Las mujeres aprendieron a hornear el pan con leña. Y las familias descubrieron que la comida cocinada con leña tiene más sabor y es más suculenta. Aprendieron a disfrutar más de pequeñas momentos gratos de la vida tales como ver un amanecer y un atardecer, y disfrutar de una agradable lectura, y acompañar más a sus hijos en las tardes.
Poco a poco estos citadinos se dieron cuenta de que este cambio no había sido tan malo. Nunca se había dado cuenta lo bello que puede ser un cielo estrellado y una luna llena, y como esta puede iluminar gran parte de los campos, lo cual se percibe nada más en los pueblos y pequeñas localidades.
Muchas mujeres por agradecimiento les enseñaron a leer, y escribir ya que se sabe de antemano que existe muchos analfabetismo en los pequeños poblados. Fundaron su propia escuela. Y en ella no solo se enseña a sus hijos sino también oficios a los muchachos para que el día de mañana se hombres y mujeres de provecho.
Al final el cambio fue bueno para todos. Y la comunidad creció. Pero nunca se convirtió al ritmo de vida de una gran ciudad. Faltarían mucho tiempo para ello.
Todo ello nos hace ver que la vida es un cambio, y que los cambios nos ayudan a crecer como personas, y pueden ser grandes aprendizajes personales así como ocurrió en esta historia local.
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