TEMA: “QUEMA Y HOYO, GANE EL PARTIDO”
Entre los cuatro y ocho años seguía por todos lados a mi hermano Carlitos, que era tres años mayor.
En ese tiempo vivíamos en Pompeya, en la ancha avenida Sáenz frente a la iglesia. Al mudarnos a Villa Ballester una localidad de la provincia de Buenos Aires fue como si de repente nos hubieran soltado las riendas. Jugar a la pelota, remontar barriletes en el “campito”, ver crecer los renacuajos en la laguna eran para nosotros nuevas experiencias.
El barrio poblado de inmigrantes con sus sembradíos nos ofrecía el espacio verde que tanto disfrutábamos.
Mi padre, para que no nos alejáramos tanto, nos hizo una pequeña canchita de fútbol. ¡Con arcos y todo! Y además, colgó unas gruesas sogas de un sauce que soportaba mis piruetas. A un lado del gallinero y debajo de un paraíso, armamos con mi hermano _que siempre me usaba de peón_ las líneas, los límites y el hoyo para jugar a las bolitas. Me encantaba juguetear con esas esferas que brillaban al sol.
Poco a poco se fue llenando mi lata con diferentes bolitas, la “pinina”, la “cascadita” (especial para la quema) porque no se resbalaba de entre los dedos y, el bolón que a veces no te dejaban usarlo en los partidos. Mi padre se divertía con ésta hija “marimacho”, como decía mi madre.
No siempre los amigos de mi hermano me aceptaban en el juego, pero……la canchita estaba en mi casa.
En mis practicas en soledad ensayaba un “tiro”, parada _generalmente a la bolita se jugaba agachado o con una rodilla apoyada en la tierra_ y con la mano derecha apoyada en la izquierda, que a su vez tomaba la rodilla derecha disparando la bolita hacia la contraria que estaba en la tierra; cada vez tenía más precisión.
Una tarde se armó un partido y salí corriendo a buscar mi latita. Resignados, mi hermano y sus amigos me aceptaron “entrar”; pero tirando última como de costumbre. Éramos cuatro, uno a uno fuimos arrimando al hoyo; había que hacerlo primero de lo contrario la quema no valía. Cuando fue mi turno me paré y preparé para lo que había estado practicando, mano izquierda en rodilla derecha, la bolita mi “pinina” en la diestra apuntando hacia la tierra, tire y fue todo uno, la bolita contraria saltó por el golpe de mi “pinina” que orgullosa siguió derechita hasta el hoyo ¡increíble! ¡Quema y hoyo, gane el partido!
Viernes, 23 de Mayo de 2008
MONICA FRANCO
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