Con la mañana nublada, con esos truenos artificiales, que atiborran el sonido del mar, un mar rojo, de sangre de muertos, pero en esta versión se ven los brazos y cabezas que chocan en la proa del bote; una carnicería que va matando la esperaza de salir de esta guerra vivo.
Una granda parte en dos el pequeño barco y elimina a casi la mitad de mis camaradas. ¡Por dios, cuanta sangre! ¡Piter, piter! No lo encuentro. ¡Demonios!
Las balas de los terribles morteros me obligan a avanzar, estoy en un mar completamente rojo. ¡Dios! Un mutilado brazo me golpea la cara ¡carajo! ¿Que hago aquí?
Llegando a la playa las balas de todos lados van matando a los que encuentra, el agua fría y fétida con olor a muerte va encontrando nuevos huéspedes con cada segundo de esta perdida guerra.
Los morteros emparedados en las gigantescas murallas de roca, junto con los aviones van eliminando a todos los que osan entrar en territorio hitleriano, un territorio bien armado, casi impenetrable, minado por todas partes que van desmembrando a todo aliado que pasa por desgracia en este infortunio de calamidades.
piter, mi mejor amigo es investido, reventándole el pecho en fracción de segundos, sin pensarlo, sin miedo a correr el mismo destino voy corriendo a ver ya el cadáver muerto del que una vez fue mi entrañable hermano de la vida. Con lagrimas en los ojos, reacciono a la pesadilla vivida que en minutos nada mas ya mató a la mitad de mi compañía.
Los gritos de mis compañeros tan desgarradores, un pavor inimaginable saliendo de estos hombres que con la mirada pareciera que buscan salir de esa pesadilla.
el pánico me ataca, las manos me tiemblan, los oídos me traicionan y mi cuerpo no me responde.
¿Que estoy haciendo aquí? la nublada mañana indica una densa lluvia, el hedor de la sangre es espantosa, gritos por todos lados, ¡dios mió es el infierno!.
No se que hacer, al encontrar huecos en la playa producto de las minas, uno de mis compañeros, el gigante kimball, un mulato del estado de Alabama, que se jactaba por ser el mas valiente del pelotón en pieza a correr hacia el mar gritando y dejando la ametralladora en la arena, esta acción es frenada por la bala de mi teniente de pelotón “¡aquí no se permiten negros maricones!” –dijo.
Los granaderos empiezan a lanzar bombas a diestra y siniestra, ya en el final de la playa comenzando el acantilado conde se encuentra los arrasadores morteros.
Una de esas bombas llega cerca mío dejándome inconciente, mirando en cámara lenta los mejores momentos de mi vida.
Despertando en una camilla, caras desconocidas mirándome con una preocupación tan profunda, casi desesperada, mientras yo me doy cuenta que estoy amarrado en la camilla, una anciana me dice Jhonn como si me conociera toda la vida, no es mi madre ni abuela ¿Quién será?
El cuerpo lo siento medio entumido, pesado, como si las heridas de guerra me siguieran.
La anciana me dice en sollozar profundo:
“Vuelve por favor, quédate, no es tu realidad” me dijo.
No señora -le dije- es mi guerra y tengo que volver al frente; una leve punzada en la cabeza me llega y despierto en la en la arena mojada de sangre, con la lluvia en su auge, con unas pequeñas marcas en las muñecas, como si en realidad hubiera sido amarrado en esa cama de mis sueños…………
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