Mientras el padre de familia giraba alrededor de la sala, con las manos haciendo puño, atrás de la billetera… La madre, se volvía loca en un rincón de la fiesta, acompañada de algunos parientes, amigos, y el adorable perro salchicha. Los invitados cuchicheaban, minimizando a la amplificadora que más que hacer bailar, hacía temblar a las copas de soda y vino tinto. Los niños (en otro lado) y el cumpleañero estaban cansados de jugar a la mancha y gritaban a una sola voz: ¡Queremos al payaso!...
En un callejón de ese suburbio, el mismo payaso, se había librado de un trío de asaltantes, que gracias a Dios y a su zapato de payaso, había logrado salir -de esa-, sin perder un solo botón de su colorido traje, y con tan solo un rasguño en la frente, corrió hacia la fiesta… La misma fiesta que tenía desesperados a sus clientes, ya que tenía más de media hora de atraso.
El payaso y su mejor sonrisa, habían llegado a la fiesta: Nadie mostró alegría al verlo. Excepto el perro salchicha que movía la cola y sacaba la lengua.
Will
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