Réquiem por Lucía Scosceria Cañellas (doctora)

“Cuando un padre muere es como si no muriese, pues deja tras de sí –algunas veces- un hijo semejante a él”. (Si. 30, 4). De igual manera, como un padre, has dejado algo de ti en esta vida pasajera para los humanos; algo perdurable. Y será la compañía de aquellos personajes por ti creados, consuelo para nuestro dolor mientras llega la hora de encontrarnos en la Vida eterna.

La muerte nos revela lo que somos: polvo, ceniza, nada. Quien muere deja una luz y alcanza otra. La muerte, paso a la eternidad, fin e inicio. Santa Teresa no temía la muerte, ella decía: “Muero porque no muero”.

Todos los hombres mueren, pero no todos viven. Tú, Lucía, vives ahora en el reino de Dios, pero también vives entre nosotros como vive y seguirá viviendo aquella profesora de química, su amante Jimmy, la mujer del aeropuerto, aquella que se marchó una noche de abril y tantos personajes a quienes diste vida en tu obra.

Vives entre nosotros mientras recitamos :

«La canción del viento
El viento rezonga en las hojas
Del viejo sauce llorón
Con susurros de protesta
Entona su airada canción
Va a llover...va a llover
Gime el viento adivinador
Y cicatriza un charco
Que duerme en el horcón.
El viento entra al jardín
Y silba entre las rosas
Celoso gruñe al jazmín
que besó a la mariposa
Danza el viento en remolinos
Acuna hojas sin cesar
Mientras sus cantos se pierden
En mil gotas de cristal.» (doctora)

Y si en la desesperación de no mirarte más entre nosotros lamentamos porque existe la muerte, recordamos que San Ambrosio predicó: “...la vida del hombre, condenada por culpa del pecado a un duro trabajo y a un sufrimiento intolerable, comenzó a ser digna de lástima: era necesario dar un fin a estos males, de modo que la muerte restituyera lo que la vida había perdido».

Naciste en Italia, viviste en Paraguay; durante ocho años fuiste nuestra compañera en esta comunidad literaria, compartiste tu obra, nos leíste, comentaste con respeto, y siempre te distinguiste como persona íntegra, profundamente humana y amiga sincera.

«En la rutina de mis días sin ella, pienso que soy feliz. Y hasta a veces sonrío, como si fuera cierto.» Tus últimas palabras plasmadas en un cuento son desde hoy nuestro sentimiento al recordarte.

Lucía: Hasta pronto. borarje


* En Cancún, costa mexicana del Caribe.