Gonzalo:
Me sigo golpeando contra ti, como una ciega obstinada, como una gota terca, como un molino…
Me sigo encontrando con tu silencio más pertinaz que mi osadía, más demoledor que mi esperanza, más lejano que todas mis ganas.
Quiero dejarte una invitación, ¿me dejas? Una invitación para tu tarde de miércoles, porque el deseo los miércoles lo absorbe todo. Te insisto ¿puedo?
Amor silente, amor noctámbulo, quiero acariciarte lentamente, recorrer con mi lengua las vértebras de tu espalda, dejar mensajes mojados en tu cuerpo, mensajes salados, salobres, salinos, como un reguero, como una sucesión de besos que no aflojan, como un testimonio erótico que acompañe tu erección.
Quiero, sosegadamente, conversar en tu pubis los diálogos que te debo después de tantas noches de ausencia, indagar inquisidora hasta en el último pliegue de ese cuerpo que es mío y que me niegas.
Quiero desprenderte de tus cimientos, que te dejes llevar por mi locura, que transites mis tierras tan calientes y tan incomprendidas, sacudir tu sueño y encenderte como un faro. Incitar tu hombría, hacerte el vigía de mi humedad mágica, de la humedad que aguarda por ti, de la humedad que te ofrezco.
Grítame en los poros que soy la puta celestial de tu noche. Atrae mi tarde a tus horas que me sueñan entregada, a tus minutos que me estremecen, atrae mi tarde hasta que me quites el sol.
Insisto, amigo, quiero dejarte una invitación infiel ¿puedo?
MILITA |