Junio 17 de un año mudo
Amigo:
Ya ves: Me mordí la lengua, amarré mis perros eróticos, me eché al bolsillo la dignidad y te escribí de nuevo…
Destinada a escribirte, con la misma soltura que otras paren ángeles rubios, y destinada a morir en el silencio de su entrepierna.
Destinada a escribirte, con la delicadeza que otras cocinan y entremezclan los olores, como otras trenzan sabores campesinos, y destinada a morir en el silencio de su entrepierna.
Destinada a escribirte, como otras seducen hombres, como otras saltan de cama en cama como corsarias, y destinada a morir en el silencio de su entrepierna.
Destinada infinitamente a evadirte.
Continúo incendiada como la mejor luna de verano, pálida, asombrada y disponible para el juego de abalorios que me prometiste. Aquí estoy, en medio del frío, con recuerdos de lluvia en la memoria, con aullidos de amante, como la loba herida que dejaste temblando en una cama extraña hace casi tres mil ochocientas noches atrás…
Al fin y al cabo ¿qué importa que lloraran mis ojos, si mi pubis también lo hacía?
Soy una loba para la que no hay esperanza ni tiempos suficientes.
Te escribía con denotada lentitud, sabiendo que el mordisco del insomnio deja grandes trozos de noche detenidos. Luego sentí un dolor pequeño, que aflojó al abrir la mano; me sonreí admirándome de mi propia torpeza. Me miré las manos y las largas uñas. No hay sueño tampoco para la heredera del joven manos de tijeras.
MILITA |