A pesar que en ti todo se convierte en un grito, te escribo hoy para pedirte que me silencies:
Silénciame. Tengo en el cuerpo el murmullo inquisitivo, venenoso, mordaz, de un deseo quemándome los muslos.
Silénciame. Tengo en el cuerpo la campanada urgente que repica recordándote la misa inquieta de mis ganas.
Silénciame. Tengo en el cuerpo la inteligencia cáustica que te atormenta los días y que te incendia las tardes.
Silénciame. Tengo en el cuerpo ciento veintitrés formas de enfurecer tu entrega avara.
Silénciame. Tengo en el cuerpo esta balada erótica como ofrenda.
Silénciame. Tengo en el cuerpo una selva inflamada y los lobos más hambrientos de la jauría.
Silénciame porque el grito me ahoga.
MILITA
Texto agregado el 17-11-2008, y leído por 149
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