La silueta

Un halo de luz te molestaba y
querias saber que había cruzando el umbral,
para enterarte que el cielo puede llorar,
con el fulgor que destella
resplandeciente tu melancolía,
de oscurecida opaca alegría.

La noche abierta devora el cielo implacable
de la tristeza que espera en la puerta de la felicidad,
encontrarlo en tu pecho, y contar los días,
que saltan por la ventana,
y tal vez volverán.

Ver tu cuerpo temblar, llegar,
llovía en la tierra escarcha de hermosa noche polar,
titubeando el escalofrío, derretida la gélida mañana,
aguarda la noche inquieta que
no sabe de más lamentos.