Se entreabrió el cielo. Parió la estrella un lucero que, descolgándose de la noche, cayó en un lago que jugaba a ser espejo.
En un rincón del jardin, levantó su frente la estatua del invierno y hasta el viejo roble, sintió en su anciano tronco un inusitado temblor. Se sintió coqueto.

Había llegado.
Desde el olimpo del arte.
Llegó la luz y el genio, llegó volcán, entre dormido y despierto.
Amor vibrante.
Amante del amor y de la vida.
Nota escapada del arco del violín, sonido huído del universo de la caracola.
Caja de Pandora llena de duendes de mármol vivo.
Pasión sin fronteras.
Chispa escapada de estrella divina.
Guiño del sol y del destino.
Telón alzado al misterio del negro cielo.
Que los Dioses alfombren tu senda con ramas de rododendro.


Poema que creó para mí, mi maestro Antonio Leiva.