Las Tijerillas
Anoche mientras realizaba mi tarea en la computadora, noté que el dedo meñique de mi mano izquierda estaba hinchado, no le tomé mucha importancia y seguí trabajando, algunas horas después sentí un cosquilleo en el dedo hinchado; comenzó a ser molesto, pues mientras trabajaba, sentí que algo quería salir de ahí, lo examiné y me di cuenta que había un orificio minúsculo. ¡Algo se movía dentro de mi piel! corrí a la cocina por un cuchillo y me encerré en el baño. Comencé abrir el pequeño hoyo, cuando empecé a cortar, sentí una descarga de energía, sentí que mi mente se despejaba, me sumergí en una tranquilidad tan grande que cuando me di cuanta me había cortado tres dedos.
Cuando desperté, una tijerilla caminaba por mi brazo, era extraña, un resplandor brillante la acompañaba, cuando la quise atrapar desapareció en unos instantes. Me incorpore para buscarla; sacudí mi almohada, busqué entre los pliegues de mis sábanas y nada, me pareció extraño. Me pare de la cama, me dirigí al baño y como de costumbre encendí la llave del agua caliente y me metí a la regadera, cuando quise tomar el jabón encontré un dedo en el piso, grite aterrorizado al ver mi mano desmembrada, pensé que lo había pasado anoche solo era un sueño, esto no podía estar pasando. Mi mano se encontraba negra y con colgajos de piel muerta, lo extraño es que no sentía dolor alguno; es más, me sentía con más energía que nunca, sentía la mente despejada, recordaba todo lo que había sucedido desde el momento que me pare de la cama, la hora exacta, el lugar donde había dejado mis lentes; cosa que siempre olvido, todos los días ponía de cabeza mi cuarto tratando de recordar donde los había dejado.
Baje a desayunar, y cuando todos se sentaron, escuchaba unos murmullos muy tenues en la cocina, no se de donde provenían, pero eran voces familiares, no le tomé mucha importancia y seguí con las actividades de ese día. Como de costumbre por la noche no podía conciliar el sueño, sentía que algo recorría mi interior, algo rondaba dentro de mi cuerpo. Podía ver que unos pequeños bultitos de piel que se movían por todo mi cuerpo, era tan molesto que estaba desesperado. Me recosté en la cama tratando de dormir pero el cosquilleo era tan insoportable que me levante, prendí la luz y me senté frente a la computadora, de repente el cosquilleo paro en mi abdomen, sentía que algo quería salir, una desesperación intensa inundaba mi mente. Me encerré en el baño tome el cuchillo e hice una incisión del esternón hasta el ombligo, una calma infinita recorrió mi cuerpo, mi mente lo entendía todo, recordaba cosas que nunca pensé que hubiese hecho, pasajes de la infancia, incluso el color de las cortinas de mi habitación cuando tenia cuatro años. Una tijerilla interrumpió ese instante, no se de donde había salido pero una sensación de pavor me inundo al verla. Se desplazo rápidamente hasta la coladera, fue tan veloz que no pude atrapar.
Sentí un calor sutil en el abdomen, la herida que me había provocado, había dejado al descubierto mis órganos, metí la mano busque qué era lo que estaba dentro de mí, hurgue entre los riñones, debajo del hígado incluso dentro de mis viseras, pero no encontré nada. Decepcionado cerré la herida con cinta canela, me puse la playera y me fui a dormir. Por la mañana oía un pequeño zumbido muy molesto en mi cabeza, baje a desayunar despabilándome la desvelada, mientras mi mama me servía el cereal escuche sus estridentes gritos por toda la cocina,
-Mamá qué pasa porqué esos gritos ¿Te pasa algo?-. Alce la vista para encontrarle la cara, entonces todos me miraban con gran sorpresa
–Hijo no he dicho una palabra ¿te sientes bien?-. Seguro había sido un mal entendido. Seguí desayunando, mientras me iba acabando el cereal empecé a escuchar palabras entrecortadas, pero nadie en la mesa había siquiera movido una pestaña, el ruido se disperso por toda la cocina y de repente nada.
Ahí estaba mi madre postrada en la silla, embelesando el cereal a cada bocado, lamentándose lo infeliz que la hacia la vida tan monótona que llevaba, Yo que siempre tuve el concepto de que mi madre tenia una vida plena al lado de esta familia, en ese instante empecé a escuchar unos murmullos al otro lado de la mesa, era mi hermana platicando con si misma –No soporto estar aquí, quiero salir, quiero desaparecer ¡maldita sea! no aguanto, necesito algo para mitigar esta ansiedad que carcome mi interior, dios, algo que pueda aliviar este dolor-.
Yo estaba estupefacto, no podía creerlo, en ese instante hice un paréntesis, me aleje de la mesa y vi. a mi familia comer, todos estaban callados, concentrados en si mismos, solo volteaban y se miraban entre si haciendo un gesto amable y regresaban ensimismados a terminar el cereal, en ese instante un destello de luz ilumino la cocina, una sensación friolenta me recorro de la cabeza a los pies, la cabeza me empezaba a doler, unas punzadas se acrecentaban segundo a segundo, el dolor era tan intenso que salí de la casa, empecé a caminar por la acera, sin algún destino, el dolor era tan intenso que solo pude cuidarme de los autos, no podía ver nada, la luz del sol era tan molesta que solo lograba entre ver la banqueta a unos pocos metros, mientras caminaba logré oír unos sonidos extraños dentro de mi cuerpo, era un sonido agudo y penetrante, parecido al de unos bichos, un calor agudo interrumpió esos sonidos, el dolor se volvió insoportable tanto que no pude caminar más, me agache y lo último que recuerdo es un rugido saliendo de mis entrañas.
Después nada; todo se oscureció, caí en una oscura y fría tranquilidad. Cuando abrí los ojos solo vi el toldo de un auto, mire hacia la ventana y veía postes de luz danzando al ritmo del auto. Me encontraba recostado en la parte trasera de un coche extraño. Note un pequeño brillo en el toldo, me acerque un poco, era una tijerilla caminando en el techo, me trate de incorporar, pero mi cuerpo no respondía, ni siquiera pude mover un dedo, trate de gritar pero ningún sonido salió de mi garganta,
En ese momento oí una voz extraña
–¡No te muevas!, en el estado en que te encuentras, no es muy recomendable, te encontré tirado en la calle, sin algún signo de vida, tu estado es deplorable los perros han cercenado tu carne, las moscas han dejado sus huevecillos en tu interior y las larvas ya se han extendido por todo tu cuerpo, tu olor es repugnante, lo mas extraño es que cuando te estaba subiendo al auto un enjambre de tijerillas salió de tu interior, eran millares, tuvieron que romper tu piel para poder salir, brotaban de todos los orificios de tu cuerpo de la boca, las orejas, nariz, de tu mano sin dedos y la gran herida de tu abdomen, era, repugnante, como pude te subí al auto, fue cuando noté que alguna parte de tu cuerpo maltrecho se movía, y decidí llevarte a casa para ver si había algo que rescatar-.
Yo no sabia que pensar, menos tuve el valor para ver mi cuerpo, sentí que todo había acabado, que este era el fin, cuando lo estaba asimilando, sentí la mente fresca y despejada, cerré los ojos y puse atención a los sonidos del exterior: autos a gran velocidad, gente caminando sobre la banqueta, perros ladrando; me extrañe un poco sentí que mi sentido del oído se agudizo, fue tan extraño. Me concentre más en los sonidos y unos destellos alumbraron mi mente, empecé a ver colores borrosos, pasaron algunos segundos y esos colores iban tomando forma, lo primero que logre distinguir es un perro negro, después vi a una viejita con sus enaguas y su delantal de cuadritos, con bolsa de nailon en mano y una vara de jarilla en la otra, supongo que era para espantar al perro negro que vi, en fin, podía ver los que estaba pasando a mi alrededor sin siquiera abrir un ojo. Estaba sorprendido toda mi vida me creí especial, sentí que la habilidad que tenia podía cambiar mi vida. La voz extraña me interrumpió
–Llegamos a la casa, mi querido amigo, lastima que no pueda ponerse en pie para salir del auto, pero no se preocupe joven, yo veré como llevo su cuerpo maltrecho hasta la casa, aunque sin piernas le será muy difícil llevar la vida de antes, mi amigo. Pero hay que ser optimistas, aún sin sus piernas ni su brazo, usted puede llevar una vida más o menos de calidad, yo veré que puedo hacer. Mi padre era un carpintero virtuoso, y me enseño mucho del arte de la madera, seguro que puedo hacer algo por usted. Lo que me preocupa son los hoyos que dejaron las tijerillas, son bastantes joven, algunos muy grandes, yo venia pensando en el camino que quizá mi esposa pueda hacer algo, ella es una maestra del gancho, y con unas puntadas de cruz podríamos tejer el pedazo de piel que falta, y sirve que cerramos la herida de su abdomen, que la verdad lo dudo porque la carne ya esta muy podrida, pero veremos que podemos hacer joven-.
Me sentí perdido, ni siquiera pude decir una palabra, algo le faltaba a mi boca, de seguro fueron los perros que arrancaron mi lengua, a duras penas pude asentar con la cabeza. Cuando me llevaba a su casa cargando, lo único que pude ver eran unos organillos que separaban su casa de la de los vecinos y unos totoles picoteando la tierra del jacal.
Cuando entramos a la casa y su esposa me vio, casi se desmaya, fue tal su impresión que duro varios días con el rostro desencajado, Sin embargo los señores de muy buena gana me lavaron en el tanque del patio, me quitaron toda la carne podrida, después la señora se tardo tres días en cubrir todos los hoyos, tejiendo con gancho e hilo todas las partes de piel que me faltaban, incluso cerro la gran herida que tenia en la panza, eso si, se gasto mas de tres madejas de hilo del bueno; mientras tanto, el señor en su pequeño taller de carpintería, me diseño un carrito para arrastrarme. Al no tener piernas pues era más difícil hacerme unas a la medida, así que opto por hacerme un carrito con la madera de un pirul que tenia en el patio.
Me acostumbre rápido a vivir con esa familia, al no poder caminar ni desplazarme fácilmente, mi vida se hizo demasiado tranquila, yo lograba impulsar el carrito gracias a una vara que corto el señor del pirul, de vez en cuando salía a darle de comer a las totolas y los patos del jacal, tarea que la verdad me era muy difícil ya que tenia que sostener la cubeta con los dientes y con la mano buena aventar el alimento para que comieran.
Todas las tardes podía ver al señor del pan con su carrito, acercándose a una cuadra, y yo avisaba rápidamente pegándole a la pared con la vara. Siempre me entretenía viendo que hacían mis vecinos en sus casas, que comían, que pensaban, incluso podía oír sus conversaciones, así me pasaba los días. Pero cuando llegaba la noche el terror iba a bordo de unos pequeños insectos, Siempre empujaba mi carrito al lado del tlecuil y me aferraba a lo que podía, mientras las tijerillas reventaban mi piel, para regresar a mi interior. Pasaba un tiempo y una noche sin aviso alguno volvían a emerger siempre en mayores cantidades.
Así paso el tiempo, y un buen día que le estaba dando de comer a las totolas, pude ver a dos cuadras de la casa como asaltaban al señor de la tienda, lo amordazaron, lo llevaron a la bodega, lo golpearon sin piedad, mientras los otros se llevaban el dinero y unas cosas de la tienda, yo le pegaba al piso con la vara para que salieran de la casa, pero nadie me escuchaba, me arrastre con el carrito hasta la cocina, trate de avisarle a la señora pero no me hizo mucho caso, de seguro pensó que ya tenia hambre, me arrastre de nuevo al patio. Iba decidido ir a la tienda pero las escaleras que llevaban hasta la calle me lo impidieron, fue entonces cuando me di por vencido. De que servía tener un poder tan extraordinario si no podía hacer nada provechoso con él, no podía moverme ni avisarle a nadie, la ira carcomió cada rincón de mi cuerpo, toda la culpa la tenia este don maldito y las malditas tijerillas que llagaron a mi vida para consumirla.
Fue entonces que comprendí que yo solo era el peón en el ajedrez, yo no era el personaje principal de esta historia, yo solo era el contenedor, el recipiente, el personaje secundario que albergaba a la estrella de este relato, las tijerillas…
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