Ray Bradbury.
Este prolífico autor norteamericano nació el 22 de agosto de 1920. Nos interesa ahora su obra y no su vida. Prácticamente no le es ajeno ningún género literario, aunque es mayormente reconocido por la ciencia ficción, el relato fantástico y el terror. Si nos obligaran ya mismo a elegir dos influencias, hablaríamos sin duda de Lovecraft y de Poe, es probable que haya superado al primero, pero no al segundo (ni siquiera Borges, creo, podría vanagloriarse de eso).
Bradbury ha escrito con un gran sentido del humor, y eso es importante, pero lo que realmente llama la atención es cierta facultad suya de colocar al lector en un estado de angustia desoladora respecto del universo. Es Borges quien dijo que sintió terror al leer Crónicas Marcianas. Y es cierto, pero también logra complicidad con aquel que conozca la obra –al menos en parte– de Poe; de hecho, uno de los relatos de este volumen se titula: Usher II. Su segunda obra más conocida es, no lo dudo, Farenheit 451, que, junto a 1984 (Orwell) y a Un Mundo Feliz (Huxley), forma parte del indiscutible triunvirato de la novela distópica –por mero capricho, me atrevería a incluir La Naranja Mecánica–.
En el volúmen Las Doradas Manzanas del Sol hay un relato que provoca ese horror existencialista del que hablaba Borges, es El Sonido de un Trueno. Recuerdo un sentimiento parecido leyendo un cuento de Aldiss, Las Herejías del Dios Enorme.
Siendo admirador de Poe –como cualquiera que aprecie las letras– Bradbury recorrió el género policial, y lo hizo con una novela que conviene no olvidar: La Muerte es un Asunto Solitario.
Probablemente sean los poemas sus creaciones más incómodas, aquí recuerdo a Lovecraft, ambos hablan de milenios como si de contar monedas se tratara. Es este aspecto de sabernos tan efímeros, lo que hace de estos autores un flagelo inevitable y hasta deseable. Muy lejos están estos hombres de hacer, como muchos sugieren, literatura de evación, ellos nos tocan el tema más importante de todos: la muerte del individuo; y además de eso, fantasean con la extinción total de la humanidad. Eso no distrae... todo lo contrario.
Bradbury fue un autor de literatura fantástica, por suerte. Por suerte también lo fueron: Thomas More, Mary Shelley, H. G. Wells, Bram Stoker, Jonathan Swift, R. L. Stevenson, Horacio Quiroga, Jorge Luis Borges, etcétera, etcétera. Fue Lord Dunsany quien dijo que él no escribía sobre lo que había visto, sino sobre lo que había soñado. Ahí está lo horroroso, en los sueños, cuando nuestra “educación” ya no gobierna.
|