escucho los pasos de mi madre, limpiando, mirando la TV, recordando las cosas del día que muere, en fin, a sus mas de ochenta años tiene tanto que recordar. sonreí mientras escribía y sentí como un aire puro entrando a mi alma, haciéndola como un globo de dicha... recordé las cosas lindas que viví durante el día cuando un sonido de vidrios rotos sacudió mi estado de ánimo. no escuché sonido ni pasos, tan solo la TV y los aullidos de un perro allá en la lejanía de mi casa. iba a bajar pero no lo hice, esperé un momento, nada. dejé de escribir y seguí esperando. de pronto vi el rostro de mi madre en la puerta de mi cuarto: sonreía. estás contenta, le dije. siguió con su sonrisa hasta que un aire frío entró por mi espinazo. vi el rostro de mi madre desvanecerse... sentí temor y supe que debía bajar. lentamente bajé, escalón tras escalón, y cuando llegué al primer piso vi a mi madre sentada, durmiendo con la TV encendida... me acerqué y le pregunté si deseaba dormir. abrió los ojos y me dijo que había tenido un sueño. me contó que en ese sueño a ella se la caía una losa antigua y querida, y que yo no deseaba bajar a verla... y ella tuvo que subir a gritarme el porqué no bajaba a verla, pues, podría haber tenido un feo accidente... le pregunté qué me dijo. nada, tan solo me dio como una risa, y reí sin saber hasta que desperté, y te vi mirándome como si algo me pasara... ¿raro no?. sí, respondí con una sonrisa, mientras ella también sonreía... la ayudé a subir a su cuarto y la dejé echándose en su cama, y cuando estaba saliendo de su cuarto vi al costado del pasadizo un bello jarrón roto, me asusté y subí a mi piso a volver a escribir. mientras lo hacía el perro volvió a aullar, esta vez no me detuve por nada del mundo...
san isidro, noviembre del 2008
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