SON ESTAS MANOS
Por Sergio Hernández Gil
Son estas manos,
las que escriben,
las que despeñan las palabras
en gotas de cascada,
fruto del aire maduro,
verbos de noche y de lluvia,
racimos despedazados
sobre la piel del planeta
Son estas manos que construyen sueños
y versos ardorosos de amor y desamor,
las que ruedan por caminos polvorientos
y vuelan desnudas, como ángeles del tiempo
Son estas manos, tan pobres y nostálgicas,
las que un día de abril -en naciente primavera-,
rompieron la crisálida y bebieron el néctar
de tus labios, mirándose en tus ojos taciturnos
Son estas manos también, las que labran,
las que cortan los suspiros a la tierra
y arrancan de cuajo el acero de las minas;
enredaderas del destino, palomas mensajeras,
manos que tiemblan al sentirte cerca
Son también manos que piensan,
y en la incendiaria flama de una idea
truecan dolor por esperanza,
y al sañudo mundo aman
en la curva de tus caderas,
por debajo de tu falda
y en el fondo malvasía de tu mirada,
pozo profundo a la mitad del mar
Son estas manos, encarnadas,
las que escriben, si las miras,
manos como todas, palpables,
sensibles al calor y al frío,
palmeras en el húmedo soto
de tu bajo vientre,
manos que veneran o que clavan
el puñal cuando acarician
Manos con dedos y con uñas,
manos, simples manos, como todas,
de barro y de granito,
humanas, erradas, imperfectas,
son manos nada más, como las tuyas
Manos que aman y que roban
el fuego a los Dioses para alumbrar
y dar calor al agua que llega de los polos;
ansiosas manos que beben la nube
que brota de tus labios interiores
Y así de esta manera, beso tras beso
al infinito Universo de tu sexo,
amar hasta morir acaso en el esfuerzo
de alcanzar lo que tú quieras:
el sueño, el sueño que despierto
te imaginas y deseas
Son manos, instrumentos vitales,
lo mismo una pintura
que un edificio de mil pisos
con piscina en cada uno,
lo mismo en la batuta
que en la fábrica de armas
o en la tienda de Shamir
el vendedor de almas
Manos que acarician y que matan
casi siempre por la misma causa,
por un pedazo de pan, de tierra
o por nostalgia y libertad
Manos, nervios de la tierra
en que pisamos, manos de Egipto,
pirámides, ejemplos gigantes,
monstruosos, mito de mitos explicables
por el poder de unas manos
Reflejo claro del alma las manos son
una fuente, el estallido, el principio,
la idea original de la creación,
la leve caricia y la herida en el ala,
remolino en el vuelo por la vida
que vuelca con su viento
el crisol en que se forjan y nutren
corazón, temple, calidad y carácter
No importa el tamaño de las manos,
escriben lo que ven y lo que sienten,
y deslizan en la piel el pensamiento
que amarrado a un beso
en cada yema de los dedos,
recorre el cuerpo
y lo estremece a cada tacto
Son estas manos que saludan
y que agitan su emoción con un pañuelo,
en los toros, el fútbol y en el hipódromo;
las que vibran
Son manos nada más
las que empuñan los rifles
y jalan el gatillo,
las que abren la zanja
y entuban el río
Pero también son manos,
las tuyas, las mías,
las nuestras,
las manos de todos:
las del bisturí
y las del herrero,
la que traza las líneas
y pinta un deseo
Son manos que se posan
en el filo del agua,
en el amor de una rosa
Son manos que aman,
como las tuyas,
como las mías
Son manos que hablan
con el rígido tremor de la palabra,
del esfuerzo compartido,
del trabajo y del juego
en que liberas tu risa
de campana cristalina
Son ojos para el ciego,
para el mudo, voz y verbo
Manos, tan sólo manos
las que adiós se dicen
y se estrechan para siempre
en la lápida del viejo
Manos de recuerdos
Manos para todos
dijo Dios, y nos dio la luz
del pensamiento, la razón
matemática y el cuento
de vivir en que creemos
Manos libres de cadenas
Manos, fogata de los hijos,
hogar y familia son las manos
que forjan la historia de los pueblos,
manos abiertas como libros
y brazos extendidos como ramas,
que atrapan el éter de tu alma
en el fresco rocío de la mañana
Manos que acunan, manos de madre
Son estas manos, las que escriben,
como todas esas que nombramos,
humanas, sensibles al calor y al frío,
manos que aman, que son luz y agua,
manos, nada más, como las tuyas
EL CALOR DEL TACTO
En cada surco de la palma de las manos
vive el hombre, el poderoso amo
de la máquina y la fábrica,
del químico secreto
que guarda en cada átomo
la razón del Universo
y el paso silencioso,
el titubeante tropezón
y el seguro brinco
de Neardenthal a la era de los cosmos
En esos recuerdos vagos de la Historia
el de la voz, el que canta y el que habla
en cada espacio que hay entre las venas
y en cada músculo y cartílago de unas manos,
las tuyas o las mías, cualesquiera,
vive el hombre, el de la idea,
la razón y el sentimiento
Ahí, en ese minúsculo mundo,
el de la célula o el del átomo,
o en el de la uña del dedo de una mano
o en el planeta Tierra extraviado en el espacio,
está el hombre, la inteligencia,
capaz de medir en sueños la distancia
del sol hasta la luna o viceversa
Y en esas manos,
como las tuyas o las mías,
miras el claroscuro de la vida,
miras también al Universo
y cobras conciencia de que existes
Y entonces te preguntas,
¿qué hago yo aquí, sentado,
mirando estas manos?,
y me pregunto otra vez
¿Para qué sirven?
¿Qué he hecho con ellas
que valga la pena?
Y diga, tal vez sólo estas líneas
y el mito inventado,
recreativo, lúdico,
de un poema
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