INSTRUCCIONES DEL DIABLO A UN CONDENADO
Reza a la luz de una hoguera. Puedes hacerlo, tienes ciertos privilegios. Serás vigilado, pero nadie debe temerle a una oración.
No aceptes compañía, tú estás solo en este cuento. La compañía es una ilusión tonta de la soledad. Además, los sacerdotes no tienen poder sobre el más allá. Y si lo piensas, tampoco en el más acá de tu celda.
Procura asearte y verte bien. Tu barba, aféitala. Los dientes, límpialos. Come algo ligero, tu cuerpo no tiene por que sufrir los rigores de tu pecado.
Cuando estés frente a los fusileros, no hagas las boberías normales. Nómbrese: encender un cigarrillo, llorar lastimosamente, insultar la ley, maldecir a los concurrentes. En fin, cualquier cosa que ensucie el acto. Preséntate con hidalguía, recuerda que es tu muerte. Y déjale a la justicia el debate que si es válido compensar con tu muerte a la otra muerte que provocaste.
Un consejo de amigo: no pienses en tu crimen. Morir ya será suficiente sacrificio.
Lo último. No te preocupes cuando pases el umbral, te estaré esperando y verás que será fácil, porque yo haré, en ese momento, que tu condena recién comience.
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