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TERROR EN LAS SOMBRAS
X
Polillas
Aquella tarde se fue a acostar temprano. Era viernes, y en unas cuantas horas más escucharía los bullicios de las fiestas y de el jolgorio de los amigos que se juntan a emborracharse y luego asustar a dulces señoritas, damiselas nocturnas que huyen despavoridas de dichos enfiestados.
Se durmió al instante; justo a tiempo logró sacarse los zapatos para quitar esa presión innecesaria a la circulación sanguínea. Cayó en un sueño profundo, dejando la lámpara encendida, con su tenue luz emblanquecida. Su conciencia lo llevó a un lugar dentro de su sueño, donde no existía nada, donde toda la nada era un revestimiento de blanco infinito, sin esquinas, sin orillas, sin horizontes, sin techo. Dudaba con temor sobre el suelo, puesto que no había suelo, salvo sobre el que estaba existiendo, y este lo acompañaba donde pisara, pero sus ojos no veían superficie, sólo una terrible e inquietante calidad de blanco. Donde mirara, todo era blanco. No había puerta alguna, ni ventana ni bordes que delataran una hechura humana. Desesperado percibía el tiempo, y sin tener donde ir, comenzó a sudar. Alegría sintió cuando logró notar una pequeña mancha gris en algún punto de su visión. Se frotaba los ojos como una respuesta automática a la incomprensión del entorno, pensando que era una suciedad en su mucosa ocular. Saltaba de gozo al ver que la mancha seguía allí, en algún punto de su visión. Corrió en dirección a la mancha. No sabía para dónde iba, pero sí sabía que cada vez más se acercaba a la mancha. Esta se hacía cada vez más visible y grande. Detalles relucían de la mancha gris al acercarse progresivamente. Su cara comenzó a cambiar, sus expresiones de alegría se tornaban en horribles arrugas y señales de desaprobación. Se fue deteniendo poco a poco, cuando de la mancha gris podía notar unos inmensos ojos, puntiagudos pelos de grafito, y un espeluznante cuerpo gigante. Se detuvo completamente pasmado, mirando atentamente el objeto gris que yacía en frente de él. Paralizado escuchó un sonido de roce entre dos superficies que le hizo reaccionar. Un polvo flotó en el aire desde el gigante ser gris que había comenzado a moverse. Sus patas se movían con agilidad, pero arrastraba un enorme cuerpo, el cual emitía un sonido desagradable para él, que dando lentos pasos hacia atrás se decidía a echar a correr. Desde dirección contraria, vio miles de pequeñas manchas grises. A lo lejos, estas manchas se hicieron más y más grandes, unas menos que otras, pero todas chocando entre sí, emitiendo sonidos de crujidos y de aleteos. Comprendió que no era buena idea seguir corriendo, y se tiró sobre donde estaba de pie, abrazando sus rodillas, de espalda a la espantosa multitud de seres grises alados. Su cuerpo fue cubierto entre decenas de polillas de tamaño similar al de él, y otras más obesas y gigantes terminaron cubriendo el espacio pulcramente blanco con un repugnante polvo amarillo grisáceo. Llorando y gritando, sintió como por sus narices entraba dicho polvo denso y como se llenaban sus pulmones de esa sustancia maligna. Abriendo los ojos estos ya no vieron más. La inmensidad infinita había sido cubierta por miles de asquerosas polillas.
Mientras dormía perturbado por su sueño, en la noche, por las calles, entraba por su ventana el sonido de gritos de féminas que clamaban por ayuda para poder escapar de los hombres borrachos, a los cuales una sobredosis de amor y alcohol, cegó su razón, y por obra maligna de sus ciegas mentes, actuaban con violencia manchando el entorno con un denso color a rojo, y dejando en el aire un polvo flotante de odio y resentimiento.
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