Tuve que pedirle al negro que se fuera. Me miró a los ojos antes de que le cerrara la puerta en la cara (cara brillante de un esclavo de algún país exótico, con colores cálidos y sabores intensos, como el café, el cacáo o el tabaco). Me miró a los ojos y me dijo: "Voy a esperarte".
Esa noche estuve muy nervioso. Le pedí a Héctor que me hiciera de sus masajes en los pies, y además me untó con un aceite aromático en la espalda. Me sentí mucho mejor después de eso. Mientras me daba el masaje, con sus manos de niño obediente o de geisha sumisa, me cantó una canción acerca de un hada enamorada de un cisne. Ella quería amar a un cisne de agua y sal / Ella quería volar junto al cisne hasta el mar. Lloré.