Querida Inocencia:
Hace mucho tiempo que he deseado escribirte, mas no se ha dado. Este año ha sido un calendario sumamente ocupado para mí. He estado trabajando cada vez más en el museo ya que soy el manejador de arte con mayor experiencia.
Por otra parte, he estado tocando mucha música improvisada del momento, repartiendo lo que se lleva y que nunca se acaba. Es música que me hace sentir como un pájaro en vuelo con grandes alas, y en el espacio -a su alrededor- una variedad infinita de ritmos y tiempos. Son como sesiones de terapia donde Pablo, el de aquellos días, y éste, el de aquí y ahora, es creador y creación de vida y de la vida misma porque bien lo sabes: el arte es vida que crea y que es creada y somos su instrumento.
Por estos días me siento lleno de esperanza. Creo que se gesta una transformación del mundo a todos los niveles, impulsada por visionarios en posiciones de gran poder e influencia que han energizado el fervor idealista de todas las juventudes. Siento un calor en las agallas como si una era fatídica está llegando a su final, y que otra, de mas humanidad, de mas dignidad y justicia está por comenzar. Puede ser que esté soñando o quizás alucinando, pero toda realidad tiene que ser antes, un sueño: con mente, corazón y sombrero.
En cuanto a mí: todo bien, no tengo quejas. Siento que tengo que hacer algo que percibo como trascendental en mi vida, mas no me he movido en esa dirección porque me gusta mucho en las que ando. Sin embargo, me da la impresión de que el momento se aproxima. Será algo como cuando se comparte el fruto de una cosecha.
Le doy gracias a la vida, maestra protectora y recia, pero también sabiamente generosa en enseñanzas y recompensas; siempre susurrando intimidades que desnudan su misterio, cual amante embriagada. Si no estamos distraídos la conocemos mas, la queremos mas; y ella, maternal y eterna, nos concede sus manjares y sus placeres mas sublimes. Más, si absortos en lo trivial, entonces tardaremos muchas vidas en descubrir lo que nos une al infinito, en volver a la fuente de nuestro origen. Creo que ésta es la única razón de nuestra existencia.
Bueno querida amiga, disculpa mis desvíos al escribirte, es porque sé que me entiendes como muy pocos. Cuando te escribo, me transporto a esos días de mi propia inocencia y al proceso de mi búsqueda. ¡Que bonito que hayas estado allí, verlo ahora, desde el presente y darme cuenta de lo mucho que he encontrado!
Te veré pronto, así que guardemos para mañana. Para ti: cosas bellas siempre, mucho amor, luz y fuerza
Pablo.
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