Bajo las gotas, la ciudad se fue cubriendo de pasos presurosos que se perdían dentro de los subtes, colectivos, autos o taxis. La ventana adormecida del bar dejaba ver las sombras de los transeúntes yendo y viniendo en las aceras, mientras el humo del café trepaba entre mis sueños y la espera. Primero me detuve en tu pelo de pequeña, para contrastarlo con esa blanca cabellera delante de mis ojos, después volví a lo anguloso de tu cara que aún mantenías, a tus labios pequeños y frágiles convertidos en una boca que albergaba convicciones, a esa piel que tanto había anhelado cubriendo tu silueta, ahora engrosada, o al amor envolviendo una mirada adolescente trasmutado en madurez. Y tu risa se interpuso entre los dos como la primera vez en esa fiesta del colegio, deslumbrando la existencia circundante. Te detuviste en silencio con tu paraguas llorando entre las manos y los ojos que desnudaban el asombro, mientras te invitaba a sentar. Eras la misma niña, Maribel, que volvía a mis días bajo el rostro de una adulta, tímida y risueña, con la fragancia de las flores flotando entre tu pelo. Yo también había cambiado en demasía, con varios divorcios y fracasos en mi haber, sin ilusiones ni proyectos, sólo continuando con la vida. Hablamos mucho esa tarde, junto a la mesa de aquel bar, en donde había declarado la felicidad de verte alguna vez, y ahora lo volvía a hacer. Me escuchaste atenta, cubriendo el rostro con tus manos que recorrían el pasado en la memoria, hasta que la tarde se fugó con la oscuridad y te fuiste casi sin darme cuenta. El mozo interrumpió mi relato sugiriéndome otro café, y mientras asentí a su pedido, seguí escribiendo mi próxima novela del amor a tu recuerdo. Cuando al fin partí, tu sonrisa seguía instalada en esa silla acompañante que permanecía vacía. Me di vuelta en una despedida cómplice, para nunca más volverte a ver.
Hoy volví a entrar a ese pequeño bar después de varios años, con mi cabello y barba entrecana, junto a mi compañero de caminatas el bastón, para la presentación del libro. Vos aún estabas ahí con tu cabellera suelta hasta los hombros, la mirada cautivante y esa sonrisa encantadora esperando mi llegada.
Con ustedes el autor de la novela más vendida este año: “ La presunción de Maribel”, en homenaje a su único amor, lamentablemente fallecido hace unos treinta años atrás. ( Aplausos )
Ana Cecilia.
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