“Los estilos pasan y nosotros siempre estamos” reza la leyenda cincelada en la piedra granítica sobre el frontispicio magnífico del inmueble ubicado en la calle Cabello, en pleno centro de la ciudad. Un metro arriba de esa frase el logo demuestra los orígenes revolucionarios de la añeja institución: un par de tijeras abiertas cruzadas por una navaja emulando aquello de la hoz y el martillo. En la entrada, flanqueada por gruesas puertas de madera, se ubica sobre mármol gris la sigla C.P.A. (Centro de Peluqueros Argentinos) Señera entidad que funciona allí desde 1920, y ha sabido unir a todos los artesanos de tijera, navaja y máquinas cero, incluyendo la modalidad de tinturas, brushing, planchitas alisadoras y mechitas para hombres.
Al ingresar nos ubicamos en el hall central, donde los retratos de otrora héroes del peinado se ven iluminados junto a avisos de acondicionadores y shampoo. Sólo para mostrar la inmensidad de historias que allí se cobijan, tomaremos tres personajes: En primer lugar encontramos una fotografía de quien se considera precursor de la era moderna en los peinados, Ferdinand Chapell, reconocido por su creación del corte carré y melenitas livianas que cambiaron la forma de peinar. Lo vemos lucir un rostro impertérrito coronado por un profuso bigote, casi insultante para la estética.
Metros más allá se encuentra la imagen de Alfredo Francisco Namigo, inventor del masculino peinado a la gomina con sus variantes raya lateral o raya central. Dicha forma de ordenar la cabellera es conocida como “lamida de vaca”.
Pero todas las miradas se posan sobre Igor Iwolsky, presidente de la Institución entre 1943 y 1949, hombre que mostró la forma de participar ideológicamente en la Segunda Guerra Mundial. El estilo de Igor era difícil de copiar, sus cortes y peinados llevaban ocultos mensajes para los potencias triunfadoras. Los espías internacionales vigilaban noche y día la peluquería de Iwolsky, llamada Niet Moscow. Cada cliente salía con un corte que significaba una letra, la sumatoria daba un mensaje. Aquí nos detenemos para aclarar que habitualmente la clientela de Igor se retirara enfurecida, ya que casi nunca obtenían el peinado solicitado, puesto que todo debía regirse por ese código especial. Por otro lado, era muy encriptado el mensaje, los espías demoraban demasiado tiempo en decodificarlo, como la vez en que debieron esperar dos jornadas hasta poder leer “Desembarco en Lombardía”, simplemente porque el día anterior no había habido clientela suficiente para tantas letras.
Nunca hubo uniformidad de criterios sobre la política interna del centro, obviamente, en la época de Igor existía una línea enfrentada encabezada por Helmut Verkusen (el Alemán) y Franceso Fioro (alias El Tanito) Estas diferencias ideológicas, aunque en menor escala, se mantienen, pero en nuestros días lo que ha variado sobremanera son las posiciones intelectuales.
Las nuevas generaciones pertenecientes a esta logia continúan con el espionaje –aunque es muy difícil ya saber a qué causa refieren- utilizando las cabezas de sus siempre ingenuos clientes. De esta forma mantienen vivo el mandato de la institución asegurándose el anonimato y permitiendo que quienes luzcan el cabello de color verde furioso, por citar un ejemplo cualquiera, se crean originales o precursores del incipiente movimiento post-moderno de turno.
La gran hazaña de esta generación de peluqueros supera incluso a la de los tres antes mencionados, y es la de haber encriptado aún más el código de mensajes creando una variedad asombrosa de estilos a los que ellos dieron nombres extravagantes pero que nosotros recibimos hoy en día como floggers, emos, chetos, glams, góticos, dark, etc. y que si bien a nuestros ojos parecen ser solamente una manada de adolescentes despeinados, guardan un método de admirable estructura donde lo que menos predomina es la simplicidad.
La debacle intelectual soslayada más arriba –o quizá la falta de un motivo relevante-, permite inferir que el fin actual de la logia estaría íntimamente ligado a transmitir, mediante los peinados, datos relacionados con la búsqueda de música y demás archivos en la red virtual conocida como internet, algo que cada vez se hace tan masivo como ilegal.
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