TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / tiralineas / Trangresores de nivel

[C:379069]

TRANSGRESORES DE NIVEL

Por la vía pública pueden seguirse rastros, puntos sueltos de una trama sutil, baba del diablo entre los mortales que andan ocupados en morirse a horario. Es el caso de cuatro vidas entre miles, aparentemente distantes y distintas, pero conectadas en esa maestría que tiene lo genial para parecer casualidad.
* * * * * *
Algunos se dan cuenta y terminan no contratándolo con alguna excusa cualquiera después de la primera entrevista, cuando el susodicho se quita los anteojos negros: postergación de la obra, problemas a último momento con el presupuesto, o directamente la no aceptación del precio por considerarlo muy alto o muy bajo. Es que hay gente que se fija en todo y a veces tanta energía da sus frutos. Edelmiro ni mosquea por esas negativas. Vestido con su remera azul de rayas blancas horizontales que no se saca ni para dormir -en invierno usa una camisa de frisa exactamente de los mismos colores pero en franjas verticales-, fuma sus cigarros negros parsimoniosamente, la mirada fija y sesgada, los dedos hurgando en el labio inferior donde pudieran quedar hebras de tabaco mojado cuando se pone nervioso. Y eso ocurre, especialmente, en el momento en que, una vez conseguido un trabajo y puesto manos a la obra, alguien, un arquitecto, el dueño de la casa, se asoman para ver cómo va quedando la azulejada en cuestión. En ocasiones, impresionados por la artística prolijidad y especial maestría que suelen reconocer sus colegas, la mirada de control no detecta lo que después aparece evidente para todos, menos para Edelmiro Roncaglia, quien, luego de defenderse con balbuceos, plomada sostenida por el piolín en la mano derecha, la izquierda en la cintura, entra en un mutismo pétreo mientras las mejillas se le tornan rojo ají. Luego, lo de siempre: destruir la obra y empezar de nuevo, aunque jamás con la misma dedicación para los detalles, como si se tratara de un artista obligado a pintar por segunda vez un cuadro perfecto a sus ojos. Con el consiguiente disgusto de todo el mundo, el hombre concluye perdiendo plata y tiempo Pero jamás la convicción de no estar errado. El espíritu.
* * * * *
Los cuatro personajes muestran un toque blanco en el cabello, según el caso. Leve pincelada sobre la frente, toque albino como corona de cada oreja, mechón de nieve en la tersura de los bigotes o puntas mojadas en cal, distinguen al cuarteto singular.
* * * * *
Jorgelina tiene una reputación notable como modista en el barrio. Buena persona, atenta, responsable al máximo para cumplir con las entregas, principalmente de los vestidos para la fiestas de quince, centro de ansiedades y angustias familiares que empiezan mucho tiempo antes de la fecha dorada. La mujer, que atiende en su casita, al fondo de un pasillo largo por el que asoman vecinos de todo tipo y perros de todas las razas, sabe escuchar con paciencia, los alfileres apretados en la boca, la cintura doblada junto a las clientitas azoradas frente al espejo con las primeras pruebas, las decisorias, rodeada de revistas de moda, maniquíes, papel de molde y siempre el canal de noticias a muy bajo volumen sobre un ropero.
Sin embargo, hay algo en que coinciden sus clientas, si es que tienen energía para reunirse una vez pasado el terrible momento de la famosa fiesta, la entrada triunfal y el baile hasta las nueve de la mañana: todos los vestidos, perfecta hechura, caída impecable, volados angelicales, sufren de algún defecto que, a pesar de que algunas madres o tías alcanzan a detectarlo, nunca nadie se animó a hacerlo ver a la voluntariosa artesana. A un par de metros de la cumpleañera recién arreglada, ramo de flores en la mano incluido, es imposible no notar el evidente corte chingado de alguna manga, o el desalineo grosero de cierta línea de botones o hasta la desigual caída de los hombros. Imbuidos del fervor de luces intensas, fotos y llantos compulsivos, ninguno es capaz de expresar el disgusto que asalta a los que deberán pagar, muy bien, semejante trabajo. Jorgelina, proclive a escuchar las críticas a su tarea para mejorarla, jamás podría siquiera detectar esas notables fallas que su maestra de costura nunca pudo comprender de dónde provienen.
* * * * *
Ninguno de ellos vive cerca del otro, no guardan parentescos y rara vez se cruzan entre los actos del cotidiano yugo, aunque es seguro que conocen la leyenda que los hermana. Si alguien les preguntara, y de hecho ha sucedido un par de veces, niegan todo, se ofuscan, se van con el mismo aire de pájaro silvestre.
* * * * *
Vive más en las salas de espera que en su casa, conoce a todos los especialistas que por estos lados llegan aunque sea una vez por semestre y jamás se atendió con ninguno porque, según sus palabras que reflejan el sol de tan claras, tiene una salud de fierro. Podría ser un escritor de fuste, Aníbal Roseldo, ya que gracias a su afición recolectó miles de historias chicas. De profesión relojero, atiende en su negocio con horario estricto, entrega los trabajos garantizados y al cerrar sale guiado por su obsesión: entrar en las referidas antesalas médicas y acomodar los cuadros que considera están torcidos. Educado, galante, los ubica según su óptica y luego se va. Queda una estela de marcos alineados en declive, como si la tierra naufragara al chocar contra el atardecer. Nunca le dijeron nada. ¿Cómo desairar a semejante caballero?
* * * * *
De edades distintas, los cuatro fantásticos vecinos cargan con su torcida manera de apreciar el mundo. Dicen que el nudo de esta ligazón fue un tal Gregorio Marzaléz, español llegado a estas latitudes huyendo más de acreedores que de la guerra civil del 36. El personaje, topógrafo de profesión, tenía un porte distinguido, era alto y vestía de riguroso traje. Soltero a ultranza, nunca durmió huérfano de mujer, según cuentan. Allá por 1940 lo contrataron para integrar el equipo del MOP que hizo la Nivelación General de la República.
* * * * * *
Segura en su manejo de los afeites propios de la belleza femenina, Juliana Yellpén atiende personalmente los últimos detalles de cada clienta que se acerca a su salón en la esquina más distinguida del barrio donde se concentra lo mejor de nuestra sociedad. Su defecto, por esas cosas del destino, pasó a ser el sello personal, el toque propio de un estilo inimitable que cotiza de lo más alto: cada trazo de las cejas, los párpados, las pestañas, está levemente ladeado, inclinado hacia donde sale el sol, como si tanta perfección quisiera escaparse del rostro que tal vez no la merece.
* * * * * *
Don Gregorio cobró muy buena plata al terminarse la obra y partió de regreso a Europa sin llevarse nada. Los sabihondos de café relatan que era un perfeccionista de la línea recta, que prefería las casadas a las libres de compromiso y que los cuatro marcados de blanco descienden de sus proezas amatorias nunca reconocidas. Como testimonio quedan en algunas paredes las señales de aquella nivelación del territorio, el recuerdo de que el gallego, sin lentes, veía todo torcido por ser bizco, y un íntimo detalle capaz de atravesar los años: el topógrafo era pelirrojo, pero tenía los enrulados cabellos del pubis totalmente canos.


Texto agregado el 10-11-2008, y leído por 131 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
10-11-2008 Delicioso relato, pleno de humor y frases originales. Ingenio y oficio conjugados para un texto atrapante y agradable, tras el cual no es posible retirarse con aire de pájaro silvestre, sin duda. Salú. leobrizuela
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]