Caminaba por una calle oscura en busca de algo que me ayudara a escapar de la maldita depresión en la que me encontraba sumergido hace ya varios días.

Había llegado ya justo a la mitad de la enorme calle, donde se encontraba, exactamente en el centro, un enorme árbol de aspecto tenebroso. Tenia aproximadamente 10 metros de altura y su follaje era abundante. Sus hojas eran parecidas a las de un helecho y despedía un aroma a pino fresco. De sus enormes ramas colgaba una especie de fruta de color morado.
Todo esto lo pude descubrir gracias a que la luz de la luna caía justo sobre el enorme árbol.

De pronto, cuando pretendía dejar atrás aquel desconcertante árbol, escuche el movimiento de un cuerpo que cortaba velozmente el aire. Gire rápidamente para descubrir que era aquello, pero detrás de mi sólo vi una espesa niebla que se extendía a lo largo de la calle. Me dispuse a reanudar mi marcha y cuando terminaba de dar el primer paso cayó del árbol una cosa enorme y pesada, me golpeó la espalda y caí sobre mis rodillas. Al tratar de incorporarme sentí unos largos y peludos brazos alrededor de mi cuello que me apretaban con una enorme fuerza como si quisieran arrancarme la cabeza de un solo tiro. Comencé a forcejear tratando de zafarme. No se cuanto tiempo duro la lucha, pero a mi me pareció que aquello jamás terminaría. Justo cuando sentía que no podía más, aquella extraña criatura me soltó y se alejo trepando rápidamente entre las ramas del enorme árbol. Logre ponerme de pie y salí de inmediato de aquel espantoso lugar.

De aquella criatura solo pude observar su impresionante agilidad parecida a la de un felino, pero su silueta se asemejaba mas a la de un humano.

No puedo entender aún por qué a pesar de sentir en aquellos momentos un gran desprecio por la vida me haya aferrado a ella con tanta vehemencia. No lo sé, tal vez tenga que ver con el instinto de supervivencia; si fue así me alegra tenerlo.