Hoy, contraviniendo mis costumbres, leí algunas de las cosas que he escrito últimamente. La verdad, me sorprendí un poco. No, un poco no, me sorprendí mucho. No es que me cueste reconocerme en lo que escribo, es que ni siquiera me encuentro, a pesar de saber que he sido yo el que lo ha pensado, digerido y escrito, al leerlo me gustó tanto, que me pareció escrito por otro. Tampoco me debía esto parecer novedad, siempre que volteo intentando ver hacia atrás, buscando en los recuerdos algo que ya pasó, me doy cuenta que yo no soy el que era 20 años atrás, ni el de hace un año, o el de hace un día. No, tampoco soy ya el mismo que el que empezó a escribir esto.
Con este constante cambio en la línea del tiempo, no llegare a conocerme nunca. Aunque eso sí, al reconocerme distinto de todos los otros yo que voy dejando en el pasado, me resulta fácil perdonarme a mi mismo los errores cometidos por alguien, que afortunadamente, ya no soy yo.
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