Escribirte estas líneas es una manera de plasmar con vehemencia el amor que hacia vos profeso, amor rayano a la idolatría; es también una guisa de evitar caer en el escalofriante averno del olvido. Por eso, esto es un obsequio para ti, un regalo que te recito, un beso en la frente, porque vos cada mañana me regalás tu tierno despertar, porque tus ojos de iris opalino se humedecen cuando me miran, y tus manos leen con acierto cada escondrijo de mi cuerpo.
Sos más que un corazón susceptible, más que una mujer de pechos épicos y apaciguados, mucho más que la sangre de tu boca y rosadas cicatrices.
Sos humana, una miscelánea inextricable y viscosa de metáforas, mitos, fantasías y libido, sencillamente sos mi amiga, mi amante plenamente individualizada.
No sabría precisar con lógico criterio qué es lo absurdo, lo sobrenatural o lo trascendental, pero percibo todo eso, cual tenues palpitaciones nacidas de tu interior.
Porque sos mucho más que una vagina espasmódica y luctuosa que espera mi boca, mis manos, mi sexo, porque tu oído exquisito aprehende las melodías que te musito; mi amante heterodoxa, te amor por ser vos y toda vos, aunque a veces no me lo crea. Sos mi confidente, mi espejo, el complemento loco para mi cordura.
Tu ser es una fricción continua entre ondina, nínfula, diosa o semidiosa, aunque eso se aglutina en lo que realmente amo: A ti, mi amante humana, demasiado humana. |